El proyecto IRIS², que dotará a partir de 2027 de comunicaciones seguras y resilientes a Europa, es uno de los pilares de la tan ansiada autonomía estratégica que persigue Bruselas. Y lo es porque trasciende con mucho el beneficio inmediato asociado a los servicios que podrá proveer a los sectores público y privado. Se trata de la confirmación en el espacio de que Europa quiere ser independiente y autónoma en el plano estratégico y es una buena noticia el hecho de que, al igual que los militares tienen habilitadores estratégicos como drones, centros de ciberdefensa conjunta o la capacidad de reabastecimiento en vuelo, el Viejo Continente vaya a contar con una red de telecomunicaciones satélites segura para su sociedad: administraciones, empresas y ciudadanos.
IRIS² será una constelación de satélites multiorbital (órbita baja y media, LEO y MEO), impulsada por la Unión Europea que se espera que goce de plena capacidad alrededor de 2030 . Su presupuesto total ronda los 10.000 millones de euros, financiados por la UE, la ESA y el sector privado, con la concesión otorgada al consorcio SpaceRISE (Hispasat, Eutelsat, SES, entre otros), único licitante que se presentó al concurso. Las aplicaciones previstas son, entre muchas otras, la vigilancia de fronteras, gestión de crisis, comunicaciones seguras para embajadas y otros destacamentos europeos en el exterior, conectividad rural o banda ancha inteligente para sectores críticos y estratégicos (transporte, salud, energía…).
Cuando IRIS² esté operativo, pasará a formar parte de la exitosa historia espacial europea como ya lo hiciera el sistema de navegación por satélite Galileo. En muchos aspectos superior a su inspirador americano, el GPS, Galileo se resiente en cambio del mismo pecado original que IRIS²: es una respuesta, no una idea original que nos haga avanzar de manera novedosa. Son y serán redes satelitales necesarias, por supuesto; que mejoran en varios aspectos a sus antecesores, claro; que harán más fácil la vida de los europeos y en muchos casos no europeos (se calcula que Galileo tiene unos 3000 millones de usuarios en todo el mundo), sí. Pero también es un amable recuerdo de que la verdadera independencia llegará cuando innovemos en ‘europeo’, desde cero.
Pero no resbalemos sobre un paso necesario: se calcula que la demanda de servicios de satcom seguros (Secure SATCOM) crecerá 14 veces entre 2025 y 2040, alcanzando casi 190 Gbps en capacidad. El sector en Europa responde. Y dotarnos de una tecnología que ya existe, pero que haga posible de forma autónoma y europea que nuestros militares se comuniquen de forma segura o que las zonas rurales de Polonia, Canarias o el Mar del Norte tengan conexión estable y de alta velocidad no es para nada desdeñable. Todo lo contrario.
Además, España juega un papel primordial: dentro de SpaceRISE, Hispasat desarrollará el segmento terrestre, auténtica columna vertebral del sistema, además de liderar la capa orbital muy baja (Low LEO) de IRIS², por debajo de los 750 kilómetros de altura. La compañía española diseñará y construirá centros de control, estaciones de servicio y todos los sistemas de telecomando y telemetría, necesarios para dirigir y monitorizar en tiempo real la flota de 300 satélites. El cometido no se limitará a la infraestructura física: Hispasat deberá garantizar que todo el entramado cumpla los altos estándares de ciberseguridad y resiliencia fijados, protegiendo las operaciones frente a ataques, interferencias hostiles y escenarios de crisis. El segmento terrestre también actuará como puente con las redes terrestres existentes, integrando IRIS² con infraestructuras críticas, redes de emergencia y sistemas gubernamentales.
Y mirando al resto de Europa hacia el norte desde Madrid, los europeos tenemos un problema principal para lograr nuestra autonomía: que no somos una. Ese ‘ser 27 y no 1’ europeo se ha dejado notar ya dentro del consorcio SpaceRISE en forma de tensiones entre empresas de distintos países. También en otros proyectos estratégicos de Bruselas, que igualmente deberían impulsar nuestra autonomía estratégica y adelantarnos en tecnología a otros grandes actores internacionales. Lo que han hecho hasta ahora en cambio es evidenciar nuestras costuras. P. ej., el FCAS (Future Combat Air System), un programa en el que España es uno de los tres socios. Curiosamente, casi siempre hay una constante: la tensión franco-alemana.
Y en cambio es cierto que, no sólo las grandes empresas espaciales europeas, sino también el sector del New Space se define, por supuesto también en nuestro país, especialmente en el sur, por ser una industria vibrante, joven, exitosa y con amplias perspectivas de crecimiento. La Agencia de la Unión Europea para el Programa Espacial (EUSPA) proyecta que los ingresos combinados en navegación por satélite (GNSS) y observación de la Tierra (EO) en Europa pasarán de más de 260.000 millones de euros en 2023 a cerca de 590.000 en 2033.
Galileo, IRIS² o el futuro sistema interceptor exoatmosférico de misiles hipersónicos o balísticos HYDIS² (en el que también participa España, vía MBDA) son las bases concretas que explicarán en próximas décadas por qué Europa pudo conquistar también el espacio (ojalá). Por supuesto, históricamente, Ariane o el programa Copernicus son otros ejemplos. Europa puede y debe ser autónoma y para ello debe también ponerse como tarea ser capaz de adelantarse e ‘innovar’, no sólo ‘mejorar’ o desarrollar a la vez.
Finalmente parece que sí era posible escribir una tribuna sobre IRIS² sin mencionar la contraparte, privada y estadounidense, que lo acabó de catapultar, Starlink…