Recientemente, la revista del CGAC (Consejo General de Gestores Administrativos de España), ha publicado un artículo de Núria Vilanova, presidenta de ATREVIA, titulada Una nueva ética empresarial. El compromiso social de los empresarios. Camino de cumplirse dos años del comienzo de la pandemia, ya nada es igual. Y uno de los cambios más importantes que he podido comprobar en todo este tiempo es lo que la sociedad espera de las empresas. Es un proceso cuyos orígenes vienen de lejos, pero que la emergencia sanitaria, social y económica desencadena por el coronavirus ha acelerado.
«Y es que una novedad frente a otras crisis anteriores es que, en esta ocasión, las empresas sabe que, además de adoptar una gestión responsable para afrontar las dificultades internas, deben asumir una responsabilidad frente al exterior, actuando en factor de la sociedad en la que conviven., Este cambio de actitud implica que empresas y empresarios pasen a trabajar activamente, al igual que los Estados y el conjunto de la sociedad civil en favor del bien común y el interés general. Porque superar los efectos provocados por la Covid-19 necesita compromiso y valores para que nadie se quede atrás. No sirven atajos. Y, en este contexto, los empresarios pueden y quieren -podemos y queremos- ser activistas del cambio. Eso, en la tercera década del siglo XXI pasa por el reto irrenunciable de hacer compatible progreso económico y desarrollo social adoptando soluciones que, simultáneamente, permitan superar desafíos como el cambio climáticos, la globalización o la desigualdad.
Hace unos pocos años, promoví la creación del Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica, con el objetivo de sumar esfuerzos con otros empresario – hoy somos más de 180- que compartimos una misma manera de creer y crear Iberoamérica. Justo antes del verano, celebramos en Madrid un congreso en el que presentamos un manifiesto que resume compromisos y acciones concretas que las empresas y empresarios seamos parte activa de este cambio. En concreto, creemos en el compromiso social y ambiental de las empresas, apostamos por un gran pacto social; impulsamos la transformación digital; nos comprometemos con la transición energética; abogamos por mecanismos de financiación rápidos, justos y de calidad; nos comprometemos a promover una mayor inclusión femenina; confiamos y apostamos por la juventud; animamos a practicas y promover la transparencia y la ética en las esferas publica y privada, y evitar la polarización social; y, por supuesto, reconocemos la existencia de diversos actores en torno a nuestras empresas – trabajadores, proveedores, clientes, accionistas, y toda la comunidad con la que se interactúa.
Muchos se preguntaran que hay que hacer para que los empresarios se conviertan en activistas del cambio. Pues bien, existen caminos para avanzar en esa dirección. Uno de ellos es profundizar en los criterios de sostenibilidad medioambiental, social y de gobernanza empresarial (ESG en sus siglas en ingles Enviromental, Social and Governance). Y es que, además de la rentabilidad económica, contribuir a frenar el cambio climático o generar bienestar social con factores que ganan en el sistema financiero. Como vaticino hace unos meses Larry Flynt, CEO de Blackrock – el fondo de activos mas grandes del mundo-, el cambio climático ya esta provocando una «reasignación significativa de capital». Hoy competitividad, acceso a financiación o reputación pasan por los criterios ESG.
Implicarse en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda de 2030 de Naciones Unidad son otra buena hoja de ruta para hacer de nuestras empresas agentes del cambio medioambiental, social y económico. Y ¿Por donde comenzamos? El punto de partida es realizar un ejercicio interior para valorar el alcance social que puede tener la actividad de nuestra compañía en ámbitos como la educación, la salud o el estado de estas. Se trata de conseguir que converjan el impacto social de las empresas y sus modelos de negocio. Para ellos, las compañías, además de adoptar una gestión responsable en el ámbito interno, deben situar los aspectos sostenibles sociales y ambientales en el corazón, propósito y gestión de la compañía. Solo tendremos éxito si, de verdad, ese propósito activo, nuestra razón de ser pasa a ser parte de la gestión de las organizaciones.
Eso es la Transformación Social Competitiva. Un concepto empresarial que supera la Responsabilidad Social Corporativa, tal como la conocemos, donde la acción indirecta se sustituye por la acción directa. Hay que reinventarse y reconectar con una sociedad diferente, en la que mandan valores como la cercanía, la autenticidad o la cogerencia.
En ATREVIA llevamos tiempo fomentando y ayudando a otras empresas a que tengan éxito en esa transformación. Pero el primero paso es asumir una nueva actitud por parte del empresario y una nueva función de la empresa. Si se consigue, el resultado será unas compañías capaces de generar un triple impacto positivo en tres ámbitos: retorno social, rentabilidad e inversión. Es decir, hacer el bien del negocio».