La internacionalización de una marca es un proceso complejo que requiere un enorme trabajo previo de reflexión y definición. Antes de dar un solo paso fuera de nuestro ecosistema natural, es preciso que construyamos el marco conceptual y el storytelling en el que se apoya nuestra marca, y que lo repliquemos en todos los mercados sin ningún tipo de fisuras. Es decir, es imprescindible que realicemos una definición unívoca de qué es nuestra marca y qué queremos que sea, cuáles con sus valores diferenciales, su razón de ser, qué aporta nuestra marca desde el punto de vista racional y emocional.
Para que nuestro aterrizaje en otros países sea un éxito tenemos que mapear cada mercado, rastrearlo de modo concienzudo para identificar los actores claves y establecer así un plan relacional con nuestros públicos estratégicos. Debemos mantener entrevistas one to one, contactar con las instituciones, cámaras de comercio, autoridades, distribuidores, asociaciones de fabricantes y usuarios, darnos a conocer en los nuevos mercados explicando quiénes somos y mostrando nuestra carta de naturaleza.
En paralelo a este plan relacional, es crucial que pongamos en marcha un plan comunicacional integral. No se trata de hacer ruido de forma gratuita, sino de apuntalar nuestra entrada en cada nuevo mercado generando información precisa sobre nuestra marca, comunicando las razones de nuestra presencia allí, por qué hemos elegido ese mercado, lo que nos hace únicos, hacer hincapié en nuestra apuesta de futuro. En esta fase comunicacional hemos de emplear tanto las acciones tradicionales como las digitales, haciendo un uso extensivo de la multicanalidad, insistiendo en las claves de nuestra gestión y poniendo en valor nuestra experiencia y nuestro equipo.
Para internacionalizar nuestra marca debemos asimismo cumplir otra regla de oro: convertirnos en un actor relevante para nuestros públicos en cada mercado en el que operemos. ¿Cómo lograrlo? Por supuesto, va de soi el cumplir uno de los principios básicos en relaciones públicas: “hacer bien lo que hacemos, y hacerlo saber”. Pero si de verdad aspiramos a que nuestra marca sea amada debemos comprometernos con la comunidad, la ciudad, el país y hasta el continente donde estemos.
Promover y compartir conocimiento, impulsar actividades sociales y educacionales, ayudar a montar escuelas, polideportivos, instalaciones para jóvenes, colaborar en programas de formación, etc. son acciones de responsabilidad social corporativa que reforzarán la posición y reputación de nuestra marca donde quiera que vayamos.