Hoy en día, nada en nuestra vida cotidiana es como solía ser. Las plataformas tecnológicas han dado un vuelco a nuestra forma de comprar productos, ver películas y series, escuchar música, relacionarnos con amigos y familiares, y hasta ligar. Pero uno de los ámbitos en los que más se está notando esta transformación es en el de la movilidad urbana.
Dentro de la sociedad española, y en especial entre los más jóvenes, la movilidad está pasando de verse en términos de propiedad a ser considerada un servicio. Según datos de la DGT, en 2017 se expidieron menos de la mitad de los nuevos permisos de conducción que se otorgaban en 2008, un indicio de que el vehículo privado está dejando paso a otras formas de movilidad urbana.
Asimismo, recientes estudios señalan que en 2019 el 43% de los españoles ya ha usado servicios de coche compartido, casi cuatro veces más que el año anterior. Entre aquellos que no han usado nunca este tipo de servicios, tan sólo el 12% (frente al 33% de 2018) considera que no cubre sus necesidades de movilidad, cifra que se reduce a más de la mitad entre los jóvenes de 18 a 24 años. Parece que nos encontramos, pues, ante una tendencia que se consolida año tras año.
¿Pero por qué se está consolidando? Distintos expertos señalan como causas estructurales, cuestiones de índole económica, concienciación medioambiental y nuevos hábitos de consumo. Cada vez son más los ciudadanos (sobre todo quienes viven en grandes núcleos urbanos) que consideran que la inversión en sacarse el carnet de conducir, comprar y mantener un coche que luego estará aparcado el 96.5% del tiempo no resulta rentable. Al mismo tiempo, los datos muestran una creciente concienciación medioambiental: el 64,7% de los españoles se muestran de acuerdo con prohibir el acceso al centro de las ciudades a vehículos contaminantes. Ante esta situación, se está consolidando una nueva escala de prioridades y hábitos de consumo en el que las alternativas de transporte más ecológicas y accesibles desde el móvil comienzan a ser más atractivas.
A estas nuevas dinámicas de comportamiento individual se unen los desafíos a los que se enfrentan numerosas ciudades de nuestro país. Las proyecciones apuntan a que la población urbana va a seguir aumentando y que, en diez años, el 83% de la población española se concentrará en unas ciudades que ya sufren altas tasas de contaminación atmosférica que están a punto de hacer caer sobre España sanciones europeas. De esta forma, numerosos ayuntamientos se enfrentan al reto de absorber esta creciente demanda de transporte urbano sin dejar huella ecológica.
En este contexto, quizá empresas de movilidad compartida como Bird, Car2Go o Mobike puedan ser parte de la solución. El despliegue de flotas eléctricas de coches, motos, bicis y patinetes compartidos, integradas dentro del sistema público de transporte urbano, podría contribuir a reducir el número de vehículos privados en las calles (recientes estudios señalan que cada vehículo compartido tiene el potencial de retirar de las calles entre 5 y 15 vehículos privados), y así mejorar los índices de calidad del aire.
Pero la consolidación de este nuevo modelo de movilidad va a exigir que todos los actores implicados hagan sus deberes. Por un lado, las administraciones públicas tendrán que dar lugar a unas infraestructuras adecuadas y a un marco regulatorio estable y homogéneo en todo el territorio que aporte certidumbre al desarrollo de la movilidad compartida. Por otro, las empresas deberán dar respuesta a diferentes necesidades de las ciudades que deben acogerles en sus calles, entre ellas cuestiones de interoperabilidad de datos sobre ubicación de los vehículos y de seguridad vial (con especial atención a las soluciones para paliar los riesgos que se derivan del silencioso rodar de los vehículos eléctricos). Por último, los ciudadanos deberán asumir que una armoniosa coexistencia en el espacio público de todas las formas de movilidad y viandantes solo podrá derivarse del respeto a la hora de conducir y aparcar estos vehículos compartidos.
En conclusión, las razones estructurales expuestas apuntan a una paulatina sustitución del vehículo privado en favor de flotas eléctricas compartidas, accesibles desde plataformas tecnológicas, y que serán utilizadas de forma complementaria e integrada en los sistemas de transporte público. La digitalización llevada al transporte para dar lugar a una nueva forma de movernos por nuestras ciudades en este siglo XXI de cambios acelerados.
Y así, un “new normal” se va abriendo paso en otro aspecto de nuestra vida cotidiana.