Enero de 2021 marcó lo que se pensaba era un regreso a la tan deseada normalidad. Sin embargo, esta semana se anunciaron nuevas medidas altamente restrictivas en respuesta al aumento exponencial de los números de COVID-19 en Portugal, lo que añade un desafío adicional para la Presidencia portuguesa que ahora empieza a despegar.
Portugal ha heredado una presidencia que logró solucionar un gran impasse financiero, en un año marcado por uno de los mayores desafíos a los que la UE se ha enfrentado hasta la fecha: la gestión de una pandemia. A pesar de que Alemania haya gestionado de manera ejemplar un complejo expediente para la aprobación de los fondos europeos, Portugal se enfrenta a la gestión, negociación y solicitud de dichos fondos. Los planes nacionales deben presentarse a la Comisión en abril, siendo Portugal el primer país en presentar la versión preliminar del Plan de Recuperación y Resiliencia a la Comisión en octubre del año pasado. Además de gestionar la ejecución de los fondos, Portugal se enfrenta al desafío de gestión política de la distribución de vacunas. Todas las miradas se centran en Portugal en el caso de que haya retrasos, errores de distribución y desafíos logísticos, y sabemos el peso que la vacuna tiene para salvar el siguiente año.
El gobierno portugués se centrará en el Pilar social como una de sus prioridades en la Presidencia, poniendo en valor su voluntad de afirmar ante todos los Estados miembros la importancia de reducir las asimetrías entre norte y sur, y entre zonas periféricas. De esta manera, la implementación del Pilar europeo de derechos sociales será una de las bases de la promesa de no dejar a nadie atrás.
La doble transición, verde y digital, será también una de las prioridades y Portugal, país innovador y digital, quiere demostrar a la UE que tiene la capacidad de ser líder mundial a nivel digital, sin dejar de lado su obligación de estar en primera línea de batalla contra el cambio climático.
Al ser Portugal un país con inclinación multilateral y habiendo pautado siempre sus presidencias por la vertiente global, este semestre tendrá la labor de organizar, aún por confirmar el formato, la Cumbre UE-África, la Cumbre UE-América y, en mayo, con más certeza de su realización en formato presencial, la Cumbre UE-India. Las relaciones transatlánticas y pacíficas son un punto fuerte de este Gobierno, que ha mantenido buenas relaciones con India y China, y se espera que también haga los primeros acercamientos a la nueva administración Biden.
Portugal se enfrenta a otro importante desafío, también compartido por Alemania, que son las limitaciones impuestas por la pandemia. El hecho de que la mayoría de las reuniones se realicen de forma virtual puede retrasar el avance de las negociaciones, e incluso la toma de decisiones. Estas limitaciones invocan grandes retos cuando es sabido que las “negociaciones de pasillo” y los cambios y enmiendas tendrán más dificultad en materializarse. Actualmente, la Presidencia portuguesa tiene prevista la aplicación del Plan C, el cual consiste en limitar al máximo los eventos y encuentros presenciales, todo ellos con la expectativa de poder aplicar el Plan B a partir del segundo trimestre (mix de reuniones virtuales y presenciales) en las previsiones más optimistas. Pero deberíamos tener pocas esperanzas en el plan A, es decir, en el que la Presidencia se desarrollará en un escenario pre-pandemia sin ninguna limitación, dadas las cifras devastadoras del COVID-19 en las últimas semanas en Portugal.
Internamente, el Gobierno que dirige António Costa necesita, más que nunca, a esta Presidencia. Las críticas al gobierno se han incrementado, principalmente en algunos sectores como el de la restauración, el cual ha sufrido gravemente a raíz del COVID-19 y que está íntimamente ligado a la caída de uno de los motores del desarrollo del país en la última década: el turismo. En el resto de los sectores, se teme que lo peor esté por venir, ya que muchos economistas consideran que la crisis ha dejado al descubierto algunas debilidades estructurales de la economía portuguesa, con muchas empresas descapitalizadas, enorme presión sobre los bancos y poca capacidad de inversión agravada por el alto nivel de impuestos en Portugal. Si las respuestas financieras no empiezan a generar el impacto deseado, se espera que las tensiones sociales se intensifiquen en el país. La tercera ola de la pandemia, que obligará al cierre de restaurantes y zonas comerciales, sin duda afectará a la imagen del Gobierno y, por supuesto, a la economía portuguesa. El gobierno, que ganó las elecciones de 2019 sin mayoría absoluta, ha perdido en los últimos meses el apoyo de sus aliados de la izquierda para gobernar, y en las últimas semanas también ha perdido el apoyo de la población.
Sin embargo, el pasado ya ha demostrado que Portugal ha sido capaz de cumplir las mejores expectativas cuando se le pide que tome las riendas de importantes eventos europeos y mundiales. Las presidencias portuguesas anteriores no solo dejaron una buena impresión, sino que otros eventos con una dimensión mundial como la Euro 2004 y la Expo ‘98 elogiaron la capacidad de Portugal de estar a la altura de grandes eventos. Este elogio global para Portugal tiene un efecto positivo en la autoestima de los portugueses, y el Gobierno espera que esta buena impresión le otorgue algunos puntos internos más para gobernar el país.