Perú ha entrado en un periodo de incertidumbre política tras el anuncio del presidente Martín Vizcarra de su deseo de adelantar un año las elecciones presidenciales para desbloquear la situación de parálisis política.
Todo indica que adelantar las elecciones generales tendrá un impacto limitado en la actividad económica del Perú. Mayor incidencia tendrá a la reciente decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de imponer nuevos aranceles sobre China. La reactivación de la guerra comercial entre ambas potencias tiene un impacto directo sobre la economía peruana, pues desencadena una caída en el precio del cobre, principal exportación del Perú. De todas formas, conviene diferenciar entre el corto y el largo plazo:
En el corto plazo
La guerra comercial entre EEUU y China, que se acaba de intensificar, será la principal amenaza económica y financiera en lo que resta del año.
También a corto plazo, la mayor inestabilidad política podría traducirse en menor actividad económica si reduce la confianza empresarial de manera prolongada. En ese caso, el ruido golpearía a la inversión privada no minera y al PIB.
En el largo plazo
El nuevo escenario político también supone un riesgo porque pone en peligro la aprobación de reformas estructurales —como el Plan Nacional de Competitividad y Productividad— que incrementarían el PIB potencial del Perú.
Conclusiones
Si bien a corto plazo la atención debe estar puesta en cómo se desarrolle la guerra comercial EEUU-China, a medio y largo plazo la clave pasa porque Perú apruebe las necesarias reformas estructurales.
El problema del proyecto Vizcarra es si las elecciones desembocan en un nuevo escenario marcado por similares tensiones y falta de consensos entre el Ejecutivo y un Legislativo muy dividido.
Si hay nuevas elecciones, es improbable que un partido alcance los 73 congresistas como el fujimorismo en el 2016. El Congreso resultante será más fragmentado e igual de complicada la situación para lograr consensos.