En medio de la incertidumbre generada en los tribunales, el 30 de mayo, Donald Trump anunció un incremento de los aranceles sobre las importaciones de acero y aluminio, elevándolos del 25% al 50% a partir del 4 de junio. El mandatario justifica esta medida en la necesidad de proteger a los productores estadounidenses frente a la competencia de fabricantes extranjeros de bajo coste. En respuesta, la Comisión Europea expresó su profunda preocupación y advirtió que, de no alcanzarse una solución negociada, implementará contramedidas equivalentes. Estas medidas podrían incluir la reactivación de aranceles previamente suspendidos el próximo 14 de julio, así como la imposición de nuevos gravámenes sobre productos estadounidenses, afectando sectores industriales y agrícolas.
En abril, ambas partes acordaron la suspensión de los aranceles para dar paso a un periodo de negociación durante un periodo de 90 días. Sin embargo, la falta de avances concretos hasta la fecha mantiene la incertidumbre en los mercados internacionales y entre los sectores industriales afectados.
Por otra parte, pasado 12 de mayo, Estados Unidos y China alcanzaron un acuerdo para reducir mutuamente determinados aranceles en un 115%, aunque manteniendo un arancel adicional del 10% sobre productos específicos. Este acuerdo buscaba aliviar las tensiones comerciales y fomentar un entorno de comercio más equilibrado entre ambas naciones, algo que generó un impacto positivo en los mercados e hizo pensar en una posible desescalada en la guerra comercial entre ambas potencias. Sin embargo, en los últimos días, las autoridades de ambos países se han acusado mutuamente de violar los cuerdos, conduciendo a un repunte de las tensiones que durará, al menos, hasta la llamada entre Donald Trump y Xi Jinping prevista para principios de junio.