Según recientes informes, España se ha consolidado como el segundo país del mundo en inversión extranjera en proyectos de energía renovable durante los últimos seis años, reforzando su papel como referente europeo en transición verde. Este posicionamiento se vincula directamente con la capacidad del país para atraer capital internacional hacia infraestructuras sostenibles, impulsado por el marco regulatorio, la estabilidad macroeconómica y el crecimiento del 4,2 % en la construcción residencial asociada a la eficiencia energética.
En los primeros nueve meses de 2025, el mercado ha vivido una oleada de operaciones en el sector energético que confirma ese atractivo inversor. Entre los movimientos más destacados figura la venta del 49 % de una cartera renovable por parte de Repsol, valorada en 580 millones de euros, lo que refleja una estrategia generalizada de rotación de activos y búsqueda de mayor eficiencia financiera. Este tipo de transacciones, que implican tanto a fondos internacionales como a actores institucionales nacionales, evidencian el grado de madurez del mercado español.
Sin embargo, persisten importantes retos estructurales. Un análisis presentado en septiembre por Strategic Energy y Deloitte, en el marco del encuentro Conectando el futuro, advierte de la necesidad urgente de invertir en redes eléctricas: la tasa de retribución media para la distribución se sitúa en apenas 5,58 %, una de las más bajas de Europa. Esta situación podría limitar la expansión de nuevos proyectos renovables en áreas con acceso eléctrico restringido. La clave, según los expertos, será equilibrar el atractivo financiero con la inversión en infraestructura para sostener el liderazgo español en la transición energética.