La pandemia nos ha llevado a adoptar nuevas formas de trabajar y de relacionarnos, dejándonos una herencia de transformaciones que perdurarán en el largo plazo. Cambios sobre los que ya se venía hablando, escribiendo y reflexionando desde hace lustros, pero que la expansión del virus ha acelerado. Estamos ante un nuevo periodo, ya que hemos agotado el viejo paradigma laboral de los siglos XIX y XX, y entramos en una etapa postindustrial: vamos hacia una sociedad del conocimiento y de la información (con horarios flexibles, menos presencialidad y sin desconexión digital).
Pero este es un proceso que aún se encuentra en ciernes, ya que la necesidad de incorporar nuevas formas de estar en las compañías se ha ido acomodando a usos y estructuras de la etapa que, parece,
dejamos atrás, siendo imprescindible un periodo de reflexión para hacer la transición necesaria a modelos organizativos para esta nueva etapa. Entramos en un nuevo contexto laboral que se caracterizará por la digitalización y el big data como palancas para ser más competitivos, por las políticas de personas encaminadas a desarrollar y fidelizar el talento, por la productividad ligada a horarios y por la personalización de la relación laboral.
Es necesario consolidar instituciones y liderazgos que hagan de palanca de esa transformación, y, para alcanzarla, es fundamental tener presentes algunos aspectos básicos.
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