Obras de Picasso, Van Gogh, Monet o Goya han sido recientemente objetivo de diferentes acciones de activistas climáticos que han materializado sus protestas en distintas agresiones a estas y otras obras de arte.
En la era de la sobreinformación actual, en la que cada vez es más complicado que cale nuestro mensaje… ¿Tiene este movimiento alguna posibilidad de éxito?
Nuestro director de Sostenibilidad y Reputación, Manuel Sevillano Bueno, reflexiona sobre ello en PR Noticias.
La COP27 acaba de empezar y los titulares hablan más del vandalismo en museos que del cambio climático. ¿Por qué?
-En todas las COP, y esta no es una excepción, se activan movimientos para visibilizar la necesidad de combatir el cambio climático, pero esta vez ese activismo ha dado una vuelta de tuerca más y está agrediendo cuadros para llamar la atención. Nos podrá parecer lo que nos parezca, pero lo que intentan es marcar la agenda informativa. Otra cosa es que consigan que se hable del cambio climático.
¿Considera que pegándose a un cuadro de Goya o de Johannes Vermeer es una buena forma de conseguirlo?
-En esto de las COP siempre hay una cosa que es el ruido. Los activistas saben que todo el mundo pone los ojos en torno a sus acciones, pero por otra parte están los compromisos estructurales que salen de estas Cumbres, esos muchas veces no acaparan titulares de rabiosa actualidad. Hablamos de dos niveles de comunicación muy distintos, uno está ligado a campañas de impacto, y el otro a los compromisos que asumen los países para frenar el calentamiento global. En esta oportunidad, los que buscan los titulares agrediendo obras de arte, creo que el impacto se les ha ido de las manos, porque están consiguiendo más detractores que seguidores. La gente no entiende por qué lo hacen.
¿Qué está fallando en el mensaje de los activistas?
-Lo que pasa es que en la era de la sobreinformación hay tanto ruido que cada vez es más difícil que calen los mensajes. Ellos pretenden vincular el suyo a la COP27 pero no lo están consiguiendo. Cuando haces un escándalo corres el riesgo de que ese escándalo supere la notoriedad del mensaje.
Protestar por el cambio climático es lícito y agredir obras de arte es ilícito. ¿Dónde convergen estas dos acciones?
-La ligazón no es fácil y, además, este es un movimiento sin jerarquía, desestructurado, cuya cara visible está oculta, no sabemos quién está detrás. Podría ser un movimiento para expresar el rechazo, pero de una forma más o menos razonable, sin llegar a la ilegalidad. Es verdad que llamar la atención es cada vez más complicado, la primera vez lo logras, la segunda es más difícil. Pero la idea se les puede ir de las manos. En estos casos, sabemos cómo empieza pero no cómo termina.
¿Cree que esta protesta podría influir en alguna de las decisiones que tomarán los líderes que participan en la COP27?
-En comunicación hay que distinguir lo coyuntural de lo estructural. Esta acción está muy vinculada a llamar la atención y esas cosas tienen corto recorrido. Al principio son muy espectaculares, pero poco a poco se deja de hablar de ellas. Además, son peligrosas porque tienen que ir aumentando su intensidad para llamar más la atención. No encuentro el sentido de llamar la atención cargándose lo que hay. Tengo la esperanza de que la COP27 aumente el nivel de compromisos de los países con el cambio climático y que seamos capaces de apostar por la sostenibilidad, sin acciones con artificios sino con cambios en la manera de producir y de consumir.