En 1492, Cristóbal Colón, buscando la India, se topó con América. Este hecho histórico muestra que Latinoamérica ocupa una posición geográfica privilegiada que, junto a su biodiversidad, sus riquezas naturales, materiales, energéticas y agroganaderas, convierten a la región en un actor internacional estratégico y, en la actualidad, clave para el desarrollo y despliegue de la IV Revolución industrial. La geografía, la geo- política y la geoeconomía han creado una ventana de oportunidad para que la región no solo crezca, sino que se modernice y desarrolle socialmente.
Por estas razones, para los grandes actores mundiales ahora Latinoamérica importa cada vez más. E importa mucho: tanto las “viejas” potencias EEUU y la UE) como las emergentes (China, Rusia e India) cortejan a América Latina y la buscan como aliada geopolítica, así como suministradora fiable de energía y materias primas para garantizar y preservar su estabilidad y la autonomía estratégica.
El primer capítulo de ese acercamiento tuvo lugar en julio pasado, cuando la UE organizó una cumbre con la CELAC, tras ocho años de no celebrarse, para reactivar la alianza y con el objetivo de recuperar el terreno perdido ante el avance de China en la región y de asegurarse una duradera relación privilegiada en la que ambas partes ganen. La propuesta que ha puesto sobre la mesa Bruselas es el Global Gateway por el que la Unión Europea comprometió inversiones por más de 45.000 millones de curos para “apoyar la asociación reforzada con América Latina y el Caribe” hasta 2027 con la mira puesta en la digitalización, la transición verde y el impulso de las infraestructuras. El objetivo es, además, construir una colaboración basada en un mutuo desarrollo apoyado en la innovación la preservación de medio ambiente y los equilibrios sociales y medioambientales.
Este mes de noviembre ha sido EEUU el que ha lanzado su propia iniciativa, la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas (APEP), que busca mejorar la competitividad regional y movilizar la inversión de alto nivel en el hemisferio, así como canalizar y ordenar los flujos migratorios. EEUU, en pugna con China, impulsa una estrategia de recolocación de sus inversiones externas dirigiéndolas hacia países confiables (el friendshoring) y cercanos (nearshoring), características ambas que cumplen la mayoría de los países latinoamericanos: se encuentran cercanos geográficamente y son aliados en los que se puede confiar.
Esta alianza, lanzada por Biden en 2022, tiene como objetivo combatir la desigualdad económica y fomentar la integración regional entre las naciones más compatibles con EEUU: el Perú de Dina Boluarte; la Colombia de Gustavo Petro; el Chile de Gabriel Borie; el Uruguay de Luis Lacalle Pou; la República Dominicana de Luis Abinader; la Costa Rica de Rodrigo Chaves y el Ecuador de Daniel Noboa, sin descuidar el México de López Obrador. En la cita de días atrás participaron también os primeros ministros de Barbados, Mia Mottley, y de Canadá, Justin Trudea, así como las cancilleres de México, Alicia Bárcena, y Panamá, Janaina Tewaney.
Tanto el Global Gateway europeo como la APEP estadounidense son una respuesta al avance de China que ha incluido a América Latina en su estrategia mundial (The Beltand Road de las Américas (APEP) — atraen socios de Initiative) y que ya es el primer socio comercial de algunos de esos países (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela).
Finalmente, sobre la región planean los intereses de otras potencias como Rusia, que busca aliados para romper su aislamiento internacional. O la India, que percibe a América Latina y el Caribe como un socio, un aliado y un mercado de exportación. También como una fuente de aprendizaje para el país más poblado del planeta, que enfrenta el desafío de ampliar fronteras de producción agraria.
Asimismo, Japón no oculta su interés por el área, como tampoco lo hacen los estados petroleros del Golfo (Arabia, Omán, Emiratos, Qatar…)
América Latina ciertamente no atraviesa por un buen momento político ni socioeconómico. Pero la actual situación geopolítica, geoestratégica y geoeconómica del mundo es un viento que sopla a su favor. Geopolíticamente, se trata de una región mayoritariamente democrática, lo cual la transforma en una aliada ideal para la UE y EEUU. Geoeconómicamente, Latinoamérica es, a diferencia de Rusia, un suministrador fiable para que europeos y estadounidenses obtengan el litio, el hidrógeno verde y los productos agroganaderos que Occidente requiere para asegurar su autonomía estratégica.
Su posición geográfica y geopolítica, además, provoca que la región pueda aprovechar esta ventana de oportunidad sin recaer en viejos errores: ser capaz de diversificar socios comerciales y económicos, así como sus productos de exportación para no caer en la monodependencia con respeto a un mercado o a un artículo. Además, la apuesta ahora no puede ser por la reprimarización de sus exportaciones, sino por introducir valor añadido e innovación vinculándolas a las cadenas globales.
El interés de las potencias mundiales por América Latina representa una auténtica oportunidad que si la región es capaz de aprovechar puede ayudarla a modernizar sus estructuras económicas, mejorar su inserción en el comercio mundial y alcanzar un desarrollo social respetuoso con el medio ambiente que desemboque en democracias e instituciones más fuertes, capaces de canalizar las demandas ciudadanas.