Una celebrity, la it girl del momento, luce en el front row de Madrid Fashion Week un total black look con animal print y un make up grunge, que se consigue con un buen eyeliner negro. Su acompañante lleva una barba hipster y un outfit de estilo gentleman moderno, muy trendy. En el backstage se encuentran las top models dándose los últimos retoques antes de un shooting en el que se exhibirán las tendencias más fashion de la temporada. Las firmas, a través de sus managers, organizan un press day para presentar las nuevas colecciones y un cocktail en el que, si te invitan, debes preguntar por el dress code. Todo con tal de averiguar cuál será el must de la temporada y poder hacer un post en el blog para miles de followers que te hará conseguir muchos likes.
Este texto puede resultar ininteligible para una persona que no acostumbra a leer información sobre moda o tendencias, pero éstos y otros muchos anglicismos son cada vez más habituales en blogs y artículos periodísticos, algo que debería preocuparnos si somos conscientes de que los medios de información tienen una gran influencia en la dirección en que evoluciona el lenguaje de uso popular.
Los anglicismos no constituyen en sí mismos un mal para el idioma. Las palabras que no tienen equivalente en español son necesarias para la evolución de la lengua. Fútbol, por ejemplo, se instaló con naturalidad mediante su adaptación en España. Se aportó en su día la alternativa “balompié”, y quedó acuñada en nombres como Real Betis Balompié, pero la palabra “fútbol” acabó ocupando ese espacio en la mayoría de los casos. Todas estas nuevas voces, en vez de amenazar la integridad de la lengua hispana, son un gran aporte a su riqueza léxica, pero la importación indiscriminada de vocablos para sustituir palabras existentes empobrece nuestra lengua y dificulta la comunicación.
En el caso de la moda o medios Lifestyle (o estilo de vida, si hablamos con propiedad) todo, o casi todo, se deja de decir en nuestro idioma y se dice en inglés. Los motivos pueden ser diversos: afán de notoriedad, fascinación hacia lo ajeno o por “postureo” llegando incluso a dificultar la comprensión de algunos conceptos. Pero, ¿vale todo con tal de llamar la atención? Debemos ser consientes de que hay muchas maneras de decir las cosas y que hay una más correcta que las demás. No todo da lo mismo.
La riqueza de nuestro lenguaje depende de lo que decimos pero también de lo que dejamos de decir, y por tanto perdemos. El problema no es que lleguen anglicismos, sino que eliminen nuestro propio diccionario. Las nuevas generaciones se están acostumbrando tanto a estas palabras, que desconocen totalmente las voces precisas en español. La sobreabundancia de extranjerismos pone en riesgo la pureza de un idioma que, aparte de tener 400 millones de hablantes en todo el mundo, es uno de los más ricos en palabras.
No debemos acostumbramos y caer en la trampa de creer que no hay otra manera de decir algunos anglicismos, pues en la mayor parte de los casos existe al menos una alternativa en español y debemos hacer uso de ella, tal como sugiere la Fundación del Español Urgente (Fundéu).
Los medios, y por tanto los periodistas y las agencias, debemos usar el lenguaje con responsabilidad, sabiendo que tenemos que ser ejemplares tanto en su uso como en la ortografía ya que, en gran medida, somos responsables de transmitir cultura y conservar nuestro mayor patrimonio. Debemos lograr un mejor conocimiento y un uso más preciso de esta poderosa herramienta, imprescindible en la comunicación y fuente de cultura, como es el lenguaje.
Según Fernando Lázaro Carreter, “el lenguaje nos ayuda a capturar el mundo, y cuanto menos lenguaje tengamos, menos mundo capturamos. O más deficientemente. Una mayor capacidad expresiva supone una mayor capacidad de comprensión de las cosas. Echar mano de anglicismos innecesarios empobrece nuestro idioma y si se empobrece la lengua, se empobrece el pensamiento”.
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