Uno de los elementos más relevantes para enfocar de manera adecuada la estrategia de asuntos públicos de cualquier organización es el de la agenda política. El concepto no hace referencia a un elemento físico, sino más a bien a todos aquellos elementos que demandan atención pública en una sociedad porque son considerados un problema.
Esto supone una dificultad desde el punto de vista metodológico, ya que esta consideración cambia con el tiempo -a veces con mucha rapidez- y tampoco existe un repositorio al que podamos acudir para ver cuáles son los temas de nuestro tiempo, por decirlo usando la terminología de Ortega y Gasset. Pero más allá de las dificultades, trabajar con los temas que están en la agenda política facilita captar la atención -el recurso más escaso de nuestro tiempo- de todos los actores que forman parte del ecosistema político de un país: reguladores, influenciadores, políticos, expertos, todólogos… Y es que sólo captando esa atención será posible tener a acceso a exponer en primer lugar -y defender a continuación- los intereses legítimos de la organización que se trata.
La agenda política en España ha ido cambiando -como es natural-, a lo largo de las últimas décadas. Elementos que parecían muy relevantes durante las primeras décadas de la democracia, en los años ochenta y noventa, han ido perdiendo fuelle ya que la sociedad ha conseguido gestionarlos de una manera que se considera adecuada por el imaginario colectivo.
Ahí tenemos los accidentes de tráfico, por ejemplo: hemos pasado de más de 5.700 muertos en el año 1990 a poco más de 1.000 en el año 2021 en un proceso de descenso paulatino que no se ha detenido en estos treinta años. Algo similar ha pasado con el consumo de tabaco y las enfermedades vinculadas al mismo, y es que son muchos los temas que han ido abandonando la agenda en estos años, algunos muy relevantes desde el punto de vista narrativo (las malas actuaciones españolas en las competiciones internacionales durante los años ochenta), mientras que son varios lo que entran y salen con intermitencia de la agenda en función de múltiples factores que sería largo de analizar en este texto (derecho a la vivienda, atención bucodental gratuita para niños…).
En cualquier caso, lo más interesante desde el punto de vista de los asuntos públicos es identificar los temas que pueden estar en la agenda en los próximos meses o incluso años para empezar a trabajar narrativas que permitan estar bien posicionados cuando el tema ocupe el debate cotidiano. Detectarlos con antelación exige una combinada dosis de lectura diaria de la prensa, de paciencia y de suerte. Así, los derechos de las mujeres, de los habitantes de la España vacía o de las personas mayores son tres ejemplos de temas que están hoy (y seguirán estando, vamos hacia un país silver total) en la agenda política y que deben de ser tenidos en cuenta por cualquier que necesite interactuar con todos los actores que desarrollan su actividad en el ecosistema público.
Por cierto, que la salida de facto de la agenda tanto de la siniestralidad vial como del tabaquismo enseña también otra realidad de los temas sobre los que una sociedad demanda intervención pública: los problemas públicos no se resuelven, se gestionan hasta conseguir un estado razonablemente satisfactorio para la gran mayoría.
Que estos problemas no existan en realidad (son creados por la sociedad en cada momento), y que tampoco se resuelvan nunca del todo, son esas hermosas paradojas que nos recuerdan que, como escribió Bruno Latour y frente a lo que pueda parecer viendo nuestros móviles y nuestra jerga tecnológica que todo lo inunda, “nunca hemos sido modernos”.
Puedes leer mi artículo completo publicado originalmente en Top Comunicación aquí.