El cambio climático ya no es una amenaza lejana, sino un factor que condiciona la economía y la vida social en todo el planeta. Las derivas políticas negacionistas a nivel global y la disolución del tejido social que reivindica una acción inmediata por el planeta marcan un horizonte gris que advierten de una desaceleración en los avances por el cuidado medioambiental. España, por su parte, consolida un impulso ‘eco’ que ya resulta imparable. Ya desde hace unos años, concretamente a partir de 2023, nuestro país logró que las fuentes renovables aportaran más de la mitad de la energía que se produce a nivel nacional, y ha conseguido que sus emisiones per cápita sean menores que la media global. Somos un territorio clave para la transformación industrial y económica que genera admiración dentro y fuera de nuestras fronteras, pero aún existen estratos sociales que ven con recelos este pulso descontaminante.
El aumento de costes para la ciudadanía, la escasa adaptabilidad a los cambios acelerados o la incomprensión de la problemática climática encaminan a muchos españoles al desapego creciente. Por eso, el equipo de ATREVIA ha desentrañado cuáles son las preocupaciones, los hábitos y los niveles de implicación de la población española frente al cambio climático, identificando tanto los focos de mayor conciencia y compromiso como los espacios donde persisten el escepticismo, la indiferencia o la pasividad. Así, logramos comprender mejor cómo se distribuye la percepción climática en nuestro país y cuáles son los retos pendientes para transformar la inquietud en acción real y sostenida. Hemos preguntado, y la población española nos ha respondido con contundencia.
La preocupación por el cambio climático es mayoritaria, y así lo muestran los datos. El 77% de los españoles afirma estar preocupado por el medio ambiente. Las mujeres y las personas mayores lideran esta conciencia, mientras que los jóvenes se muestran más escépticos. Sin embargo, esa preocupación no siempre se traduce en acción. Solo dos de cada tres españoles aseguran incorporar prácticas sostenibles en su rutina diaria, y apenas el 48% declara haber modificado sus hábitos por la crisis climática. La juventud, de nuevo, se coloca en el pódium de los despreocupados: poco más de la mitad asegura llevar a cabo acciones sostenibles en su día a día. La exigencia medioambiental no cala en el imaginario juvenil, y las prácticas individuales, por desgracia, no se perciben como transformadoras.
Los fenómenos meteorológicos extremos como olas de calor, lluvias torrenciales o tormentas eléctricas son vistos por la mayoría como señas de identidad de un cambio climático que se cierne sobre nosotros. Las grandes ciudades, sensibles a estos episodios, prestan con especial atención las manifestaciones de una crisis medioambiental que ya es palpable. Los jóvenes, por su parte, se muestran con mayor indiferencia, evidenciando de nuevo una brecha latente entre generaciones.
Donde sí existe un consenso amplio es en la atribución de responsabilidades. Casi siete de cada diez españoles señalan a la actividad humana como la causa principal de la crisis climática. Aun así, persisten pequeños núcleos escépticos, concentrados sobre todo en hombres y en la población más joven, que cuestionan este vínculo.
Los resultados dibujan un reto generacional incontestable. Los mayores destacan por ser más sostenibles y conscientes, pues han sido testigos directos del deterioro ambiental y perciben con claridad los cambios en el clima estacional, la calidad del aire o la frecuencia de episodios extremos. Los jóvenes se acogen a esa “normalidad climática” actual que no perciben como amenaza directa a su bienestar y estabilidad social, reduciendo esa sensación de urgencia.
En ATREVIA sabemos que los retos presentes y futuro para paliar la crisis medioambiental necesita de especial atención en lo social. Se trata de una lucha transversal que necesita de profesionales que enfaticen la importancia de escuchar a una ciudadanía que debe ser agente transformador para el desafío climático. La investigación social protagoniza el relato de esta transición, mostrando qué piensa y siente la población, y señalando el reto de convertir esa conciencia climática en acción concreta.