Alfonso Jiménez, en Executive Excellence: «Segunda Carrera, Salud y Bienestar»

Alfonso Jiménez, Senior Partner de ATREVIA, ha participado en una nueva entrega de la serie sobre «La Segunda Carrera del Directivo» de Executive Excellence, donde habla sobre el efecto positivo que causa sobre la salud el poder desempeñar actividades en una segunda carrera. Desde esta doble perspectiva, el análisis de la relación entre ambas (salud y bienestar–segunda carrera), nos proporcionará algunas claves para conseguir vivir más, y mejor.

Rutinas arraigadas.

Es complicado abordar una segunda carrera si, cuando la podemos iniciar, no tenemos un buen estado de salud. El llegar a los 53, 55 o 60 años en óptimas condiciones implica haber desarrollado hábitos saludables desde muchos años antes, podríamos decir que desde el inicio de la carrera profesional.

¿Pero qué son hábitos saludables? Haber tenido una alimentación sana, no haber consumido drogas, tabaco, alcohol u otras sustancias tóxicas, haberse hidratado adecuadamente, haber hecho ejercicio, haber tenido un sueño reparador de al menos siete horas diarias, no haber padecido estrés crónico y haber evitado el sedentarismo.

Todos estos hábitos, ampliamente conocidos por la población, a veces son difícilmente asumibles por los directivos por diversas razones; la principal, la propia agenda de lo que fue su día a día:

  • Largas jornadas de trabajo.
  • Viajes que robaban el sueño y alteraban los ritmos circadianos.
  • Rutina sedentaria: coche-silla oficina-coche-sillón de casa.
  • Almuerzos de trabajo.
  • Afterworks
  • Estrés derivado de la tensión del día a día.

Estas rutinas ejecutivas hacen que, si el directivo no ha tenido una gran fuerza de voluntad para la implantación de hábitos saludables, posiblemente al llegar el momento de la finalización de su carrera ejecutiva, no tenga un estado de salud óptimo.

Incremento del gasto sanitario.

En este punto, es interesante observar que el gasto sanitario se empieza a disparar en nuestro país precisamente en la etapa en la que los directivos finalizan la función directiva, esto es, entre los 53 y los 60 años. En el siguiente gráfico, elaborado por Susana Borraz de Analistas Financieros Internacionales y publicado en los “Cuadernos de Información Económica de Funcas” a partir de los datos oficiales, podemos observar el incremento de gasto que se produce en atención primaria en España en estos tramos de edad y que se dispara en las siguientes etapas vitales.

Algunas de las enfermedades crónicas que emergen en estos momentos son: la hipertensión, el colesterol y la diabetes. Además, es frecuente que empiecen a aparecer síntomas de enfermedades del aparato locomotor, como la artritis o la osteoporosis.

Es verdad que la dispersión puede ser muy notable, fundamentalmente por el mayor o menor cumplimiento de los hábitos saludables, pero esta dispersión se hace muy visible pudiendo encontrarse directivos de 55 años con enorme vitalidad y, en otros casos, en una situación incluso de decadencia física aparente.

Esto implica que algunos directivos, al llegar a este período, tendrán la disposición vital de hacer una segunda carrera o, al menos, participar en actividades no lucrativas que les mantengan activos; mientras que, otros por el contrario, lo único que desearán será “descansar” y pasar a una situación de inactividad.

Beneficios de una vida activa.

La inactividad es la peor decisión que puede tomar un ejecutivo en esta fase. La clave reside en mantenerse activo, ya sea a través de actividades generadoras de ingresos o de actividades no lucrativas

La actividad genera diversos beneficios. El primero es que ayuda a realizar rutinas saludables, se hace un cierto ejercicio físico y, sobre todo, el directivo define un nuevo propósito, tiene una razón para levantarse cada día. La actividad le permitirá mantener sus activos intangibles (conocimientos, nuevas experiencias, marca personal y relaciones sociales) y, además, incrementar la autoconfianza a partir de un sentimiento de utilidad.

Desde luego, el cuidado de la salud y la sensación de bienestar se convertirá en una prioridad en la agenda tras la finalización de la vida ejecutiva, tanto si se opta por hacer una segunda carrera, como si se pasa a la inactividad, especialmente en este segundo caso.

Un claro ejemplo de los beneficios de la actividad lo tenemos en Francisco de Goya, quien vivió a caballo de los siglos XVIII y XIX hasta llegar a los 82 años, cuando en nuestro país la esperanza de vida rondaba los 30 años. Su vida profesional alcanzó su plenitud en edad tardía, con 53 años. Tras la abdicación del rey y la entrada de Napoleón, siguió pintando; había construido un importante patrimonio, pero siguió pintando prácticamente hasta su muerte en Burdeos en 1928. La elaboración de retratos le siguió generando ingresos, relaciones y propósito. En lo que podríamos denominar su “segunda carrera”, realizó algunas de sus obras más innovadoras, cuando tenía entre 74 y 77 años, y hasta tres semanas antes de morir seguía pintando.

Longevidad y hábitos saludables.

Los estudios sobre la longevidad humana que iniciaron el astrofísico belga Michel Poulain y el gerontólogo italiano Gianni Pes, a partir de la idea de pintar con un rotulador azul en un mapa del mundo las zonas en las que había más habitantes que superaban los 100 años de vida, descubrieron que en un punto concreto de Cerdeña se concentraban muchos centenarios en estupendas condiciones.

El resultado de su estudio dio lugar al término “Zona Azul” y dio la pista al periodista americano Dan Buettner para buscar otras localizaciones similares en el planeta, apoyado por National Geographic y por la Sociedad de Gerontología de Norteamérica. Así, Buettner identificó cinco zonas (Okinawa en Japón, la Península de Nicoya en Costa Rica, la Isla de Icaria en Grecia y Loma Linda en California) en las que se daba una alta concentración de centenarios en buenas condiciones de salud. Y no solo eso, trató de estudiar qué podrían tener en común. Este nuevo estudio, publicado en la revista National Geographic, concluyó que, aunque el factor genético es importante, los hábitos saludables y determinados comportamientos sociales también lo son.

Así, la alimentación sana, el ejercicio, las relaciones sociales y tener un propósito son elementos que deberían estar presentes en estas etapas vitales. Pues bien, la actividad, sea retribuida o no, ayuda a “moverse”, a mantener relaciones sociales y a tener una razón para levantarse cada día.

Muchas veces los directivos, cansados de las adversidades de la vida ejecutiva (reporte, viajes, política corporativa, malos jefes o dueños, complicaciones permanentes de los equipos, presión por los resultados, etc.), añoran dedicarse largo tiempo a “no hacer nada” o recuperar actividades lúdicas que en su vida ejecutiva solo hacían puntualmente (viajar, jugar al golf, pasear…). Sin embargo, cuando acontece ese final de vida ejecutiva y se inicia esa “nueva vida” lo cierto es que, en muchas ocasiones, tras un cierto período de euforia inicial, se cae en una rutina de dejadez, aislamiento social y falta de propósito. Esto motiva que, en poco tiempo, se origine un deterioro físico, psicológico, cognitivo y social que afecta a la salud y a la autoestima.

Hemos tenido múltiples conversaciones con directivos que pasaron por ese proceso de “no hacer nada”, produciéndose un fuerte deterioro de sus capacidades y sus activos intangibles, mermando su estado físico, mostrando un aspecto de dejadez, un lenguaje verbal y no verbal de inferior valor, y una pérdida de gran parte de las relaciones sociales, o bien una limitación de las mismas a círculos muy repetitivos y estrechos y con una falta de propósito claro, más allá de cuidar las inversiones patrimoniales, cuidar de los nietos o sacar a pasear al perro.

Está claro que debemos mantener la actividad siempre. Una diferente de la de la vida ejecutiva, con menos estrés y adversidades, pero una actividad que nos movilice, nos ayude a mantenernos en la comunidad y nos permita sentirnos útiles para la sociedad.

Dicha actividad puede ser lucrativa o no lucrativa, dos tipos que no son incompatibles. La “segunda carrera” es un concepto vinculado a las actividades de naturaleza lucrativa que se pueden desarrollar hasta que el mercado deje de obtener valor en sus aportaciones, entonces es el momento de seguir en propuestas no lucrativas, pero nunca dejar de estar activo.

Además, la actividad podría jugar un papel relevante en el retraso de muchas enfermedades, especialmente las neurológicas, que con frecuencia sobrevienen en esta etapa vital, tales como el Alzheimer, el Parkinson, los ictus, los infartos, la artrosis, la hipertensión, los problemas auditivos y visuales, el cáncer, la fibromialgia y la depresión.

Conservar la actividad es seguir ejercitando nuestro cerebro, así como otros órganos de nuestro cuerpo. Y, seguramente, sea la mejor manera no solo de vivir más, sino de hacerlo de una manera más plena.

Puedes leer aquí el artículo completo publicado originalmente en Executive Excellence.

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