¿La A.I. va a acabar con todo? No, solo con lo que no vale

Skynet tardó menos de una décima de segundo en entender que los humanos somos prescindibles, y decidir nuestra aniquilación. Hall mintió para ocultar un error, y al más puro estilo psicokiller, intentó asesinar a la tripulación de la nave. Los Nexus6 acaban con su creador ante su negativa de revertir su obsolescencia programada. Y el agente Smith nos da la opción de elegir la pastilla roja y olvidar que en realidad nuestro mundo es Matrix. La superioridad de las máquinas es algo que nadie niega, y como las leyes de la robótica de Asimov no aplican en el mundo real, nos da miedo que la AI nos haga desaparecer como lágrimas en la lluvia. Pero esto no es más que ficción, por lo menos de momento.

Además de fuerza y habilidad, hay dos cosas que les encanta a las máquinas: las tareas rutinarias y los datos. Lo que llamamos AI muchas veces no es más que una versión sofisticada de ambos conceptos y, si lo pensamos, la creatividad de hoy en día también. A la hora de enfrentarnos a una campaña creativa, contamos con todo tipo de estudios, informes y análisis sobre lo que funciona y lo que no con cada tipo de target, mercado y producto o servicio. Muchas veces la idea es el resultado de diversos cálculos de probabilidades con mucho más de artificial que de inteligencia. Se apuesta sobre seguro y las ideas se vuelven frías y mecánicas, con lo que es fácil pensar que, como sigamos así, Skynet nos puede ganar la partida.

Y es posible que lo merezcamos. Vivimos en tiempos del todo vale y cuanto más rápido, mejor, y la importancia de la calidad de las cosas está en serio cuestionamiento. En más de una ocasión hemos oído la frase “yo voy al cine para no pensar” justificando el que nuestras películas preferidas, como el agua mineral, nos gusta que pasen sin dejar poso. Eso mismo es aplicable a la literatura, las series de televisión, la música e incluso el arte. Y es que es más que evidente que hacer guiones como los de la mayoría de las series de tv actuales, o canciones de los traperos y regetoneros que ahora lo petan, no suponen un esfuerzo intelectual demasiado extremo.

Oía en las noticias que un fotógrafo se ha llevado un importante galardón con una imagen generada por ordenador y se ha abierto el debate sobre las líneas rojas de la creatividad y la manipulación. No lo recordamos, pero seguro que este cuestionamiento también surgió con la eclosión de la fotografía digital y los programas de edición fotográfica ante la fotografía clásica. O de la imprenta ante los copistas. O, ya puestos, del mecanicismo de la revolución industrial ante la creación de los artesanos. Y claro, ante la duda, lo más fácil es hablar de regulación, que es un eufemismo del concepto censura. Y sí, realmente algo habría que regular, porque bastante teníamos con las fake news como para darle más credibilidad con la dimensión imagen. Aunque, como pasó con la descarga de música o los influencers, sabemos que es como poner puertas al campo.

Y como estamos asustados, ahora sí que apreciamos lo auténtico, lo genuino, lo original. Va a resultar que, tras mandar al paro al farero de Capdepera por carca y pesado, le preferimos al Vigía de Occidente. Y para no caer en engaños, articulamos todo tipo de mecanismos para saber lo que es real y lo que es sintético, porque ya no hay diferencia de genialidad y mediocridad entre ambos universos. Recuerdo una película en la que un crítico de arte se ve ridiculizado por alabar una obra de arte pintada por un mono, precuela inequívoca del planeta de los simios. Ese mono que pinta es el skynet de ahora, salvo por la diferencia de que, tras la máquina, siempre hay personas.

Pero sí, admitamos que la AI va a cambiar la forma en que vemos y entendemos la forma de ver y entender el mundo, aunque no seamos conscientes de en qué medida porque ni vemos ni entendemos cómo se usa. ChatGPT no es una mezcla de Siri y C3PO, ni Dall-e una combinación de Getty Images y Lightroom. Una vez más nos apalancamos en la cultura de lo rapidito y lo facilito olvidando que, como todo, lleva su tiempo. Manejar la AI es como invertir en bolsa, hay que saber y eso lleva un tiempo de aprendizaje que choca frontalmente con el ritmo de los tiempos. Y el otro gran error es ver la IA como una forma fácil, rápida y sobre todo barata, de sacar trabajo. Nadie encuentra respuestas si no hace las preguntas adecuadas, y para ello hay que tirar muy mucho de creatividad.

El otro día leía que los grandes creativos están envejeciendo y que no tienen relevo generacional. Supongo que el vivir en una realidad de consumo inmediato denuesta la calidad de la producción primando lo rápido sobre lo bueno. Y así pasa. No hay por qué memorizar, si está todo en Google. La gramática y la ortografía están sobrevaloradas porque lo importante es comunicarse. Ya no se lee, pásate al vídeo. Ya sé que no tiene calidad, es solo para pasar el rato. Esto es otra generación, no lo entenderías. Estas son frases que, diciéndolas o sin decirlas, ayudan a entender el ritmo de nuestros tiempos, y todos sabemos de lo que hablamos.

Además, hay que saber que esta dicotomía entre hombre y máquina no es nada nuevo. Ya Leonardo da Vinci vaticinó que la máquina iba a sustituir al hombre y como prueba de ello quedaron sus famosos guerreros autómatas, que tenían más de autómata que de humano. E incluso mucho antes, en la Grecia clásica del siglo II a.C, ya se menciona la idea en un libro llamado “Los autómatas”. En el siglo XVIII, un tipo llamado Pierre Jaquet-Droz creó tres autómatas, uno que pintaba, otro que escribía y un último que tocaba el piano, que producían más miedo que asombro. Y ya entrados en la época contemporánea, destacar a Turing y su famoso test, la máquina de IBM “Deep Blue” que ganó a Kasparov en partida singular, o Watson pulverizando todos los récords en el conocido programa de TV Jeopardy.

Para resumir. Visto el nivel de la creatividad actual y si tomamos en consideración el nivel de las distintas expresiones culturales existentes, no me extraña que se tenga miedo a la AI. Y es que, por suerte para muchos y desgracia para otros, la AI no va a acabar con casi todo, sino solo con lo que es casi nada. En vez de estar amedrentados por lo que va a suponer, deberíamos estar expectantes por lo que va a representar. Si conseguimos que se vuelva a poner en valor el talento y acabamos con la cultura del todo vale, bienvenida sea. Si hace que se optimicen determinadas labores rutinarias para las que solo hace falta tiempo y oficio, lo compro. SI realmente nos anima a buscar la fuente antes de creer a pies juntillas cualquier noticia, valdrá la pena. Porque el enemigo no es la máquina, sino el que está detrás de ella. No lo olvidemos.

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