Manuel Mostaza, director de Asuntos Públicos de ATREVIA, reflexiona en 20 Minutos sobre el impacto político y social de la DANA en Valencia, destacando cómo este fenómeno ha afectado la intención de voto y la percepción pública de las instituciones, especialmente en términos de desconfianza hacia los líderes políticos y el gobierno.
El impacto de la DANA que asoló el área metropolitana de Valencia a finales de octubre ha tenido también un importante reflejo en la opinión pública española. Este reflejo no se limita solo a cambios relevantes en la intención de voto, quizá más coyunturales, sino que afecta también a la percepción que los españoles tienen de las instituciones que sustentan al Estado en el que viven.
En efecto, la encuesta muestra una caída clara de la intención de voto del Partido Popular, que sigue en cabeza pero pierde una parte de la sólida ventaja que aún lo separa de los socialistas. La formación liderada por el presidente Sánchez se anota una nueva caída en intención de voto con relación a lo que ocurría en octubre y se queda, con un 28,2% de intención de voto, con el peor resultado en lo que va de año. Como consecuencia de ambas caídas, son las dos fuerzas más extremas de ámbito nacional, Podemos en un lado del tablero y Vox en el otro, las que más rédito electoral obtienen del impacto emocional generado por el desastre acaecido en Valencia, siendo las dos fuerzas nacionales que suben con más fuerza.
Algo parecido ocurre con la valoración de los líderes, hay un desplome de la valoración de Núñez Feijóo, compatible también con un castigo también al presidente Sánchez, con los dos obteniendo el peor resultado de los últimos meses. Este castigo es, por cierto, también extensivo al gobierno de la nación, que obtiene su peor valoración de los últimos tres años.
Por lo que se refiere en concreto a lo acaecido en Valencia, los ciudadanos creen que no se informó a los ciudadanos de manera adecuada, y que tampoco hubo coordinación entre las diferentes administraciones. Son los dos elementos más relevantes para explicar la catástrofe que asoló la zona el 29 de octubre, aunque aquí ya se observa también una división ideológica en función de donde se ubican los votantes, porque la polarización es una pesadilla de la que no logramos despertar. Así, aunque los votantes populares no exculpan al gobierno regional, dirigen sus miradas de manera mayoritaria al gobierno central. Por el contrario, los votantes de las formaciones del centro hacia la izquierda dirigen casi en exclusiva su reproche al gobierno autonómico valenciano.
Quizá lo más relevante de la encuesta es cómo los ciudadanos, de una manera en muchos casos intuitiva, diferencian entre los actores que disponen de poder y los que, no teniéndolo, tienen reconocida autoridad. Así, los españoles solo aprueban a los Reyes y suspenden al conjunto de políticos implicados, y eso que, ni el rey ni la reina tienen competencia real sobre lo ocurrido en los días posteriores. En este sentido, es interesante resaltar cómo los ciudadanos valoran el ejemplar comportamiento de Felipe VI en Paiporta, mientras suspenden con claridad la actuación de los presidentes autonómicos y nacional durante la visita a la zona más dañada por la tormenta.
Y un último aviso para toda la élite política. En lo que son unánimes los ciudadanos es en reclamar que se revisen los protocolos de actuación cuando sucedan emergencias como la de Valencia. Es una petición transversal de todos los votantes, con independencia de dónde se ubiquen. Otra cosa es que, pasado el susto y olvidada la catástrofe, los ciudadanos tengan esto en cuenta cuando lleguen las próximas elecciones. Como usted sabe, lector, la democracia parlamentaria, el mejor sistema político que tenemos, no suele llevarse bien ni con la planificación a largo plazo ni con la prevención: nadie puede presumir de haber evitado cosas que no han ocurrido. El problema es que, como escribió Lulu Miller en su magnífico Los peces no existen, ninguno de nosotros está en realidad dispuesto a “cambiar la comodidad por la verdad”.