¿Son los jóvenes unos quejicas que a la menor de cambio saltan, unos vagos que no entienden lo del esfuerzo, unos ilusos que se creen que triunfar solo es desearlo, o unos irresponsables con una ambición laboral ilusoria? ¿No será que siempre ha sido así y nosotros ya lo hemos olvidado? Pues, más o menos, sobre esto va este post. La polémica está servida. Veamos. Leamos.
Estoy en la playa estos días por lo de conectar y desconectar, ya sabes. La cuestión es que tradicionalmente establecimos Mojacar como cuartel de verano por el clima y por la facilidad para no hacer nada sin tener cargo de conciencia. Sociables como somos y a fuerza de practicar diabluras en la cabeza de nuestros hijos, nos hicimos amigos de Nana, la trenzadora de pelo que año tras año plantaba su puesto en la puerta del hotel. La cuestión es que después de tantos años la hemos visto crecer a ella y a su hija Fátima hasta que han igualado cabezas. Y aquí es donde llegamos a la historia tema que abre este post.
La otra noche durante la obligada salida por el paseo marítimo las vimos. La pandemia había hecho crecer a una y decrecer a otra. Y como era noche, tocaba la puerta del MOMA. Nuestra amiga Susana que goza del don de la bendita locura, tras el efusivo saludo y la ágil puesta al día, se dirige a la silenciosa Fátima y señalando la puerta de la discoteca con complicidad la dice “en unos añitos nos vamos juntas ahí dentro”. Y ella sin apenas pestañear responde “no, no podré porque tengo que trabajar…”. A ella igual que a nuestros abuelos, la han grabado a fuego el que en esta vida nadie te va a regalar nada, y sabe que en cuanto pueda, su deber es contribuir al sustento familiar con su trabajo.
Da igual que yo insista en que los jóvenes no cambian, que los que hemos cambiado hemos sido nosotros. E incluso no funciona el recurrir a los clásicos como la famosa cita atribuida a Sócrates sobre la juventud. No respetan nada, no tienen valores, no saben lo que es el esfuerzo, lo quieren todo y lo quieren ya, están manipulados o andan perdidos, son los tops de críticas más recurrentes con que uno afirma y los demás asienten.
Yo tengo mi opinión al respecto, y es que no creo que los jóvenes de hoy en día sean muy distintos a los jóvenes que éramos nosotros, pero tengo la impresión de que hay cosas que sí han cambiado, y es que desde que son el target de moda que van a salvarnos del pasado, se les escucha. Y ya sabes lo que pasa cuando alguien le dan la oportunidad de hablar, pues que dice lo que piensa, aunque no piense lo que dice. Vamos, que piensan más o menos como nosotros con su edad, solo que ellos pueden decirlo porque alguien les está escuchando.
Y es que el ciclo natural de vida decía que los hijos tenían que recorrer el mismo camino que los padres, y que era misión de estos el guiarles y vigilarles para que no tropezaran en las mismas piedras. Pero esto que funcionó con la generación de nuestros padres, con nosotros solo a medias y con la de nuestros hijos, ni por el forro. Es posible que la sociedad cada vez sea más inmadura y por ello, no quiera comprometerse con nada ni con nadie.
Pero de verdad que cada vez estoy más convencido de que, aunque hayan cambiado muchos los tiempos, las personas y las sociedades, los jóvenes son jóvenes, siempre han sido jóvenes, y siempre han actuado como tal. Así que, por favor, dejemos de cuestionar a los jóvenes y empecemos aceptar que nos guste o no, esto es la nueva realidad. Y más nos vale que nos adaptemos a ella porque todo apunta a que la nuestra no es ni por aproximación, la nueva verdad. He dicho…