Estos días la primera desconexión de TikTok en Estados Unidos ha sido tendencia en la plataforma. La conversación más viral, la más esperada, la de los afectados, que se despedían con incredulidad y con humor, y explicando cómo podremos seguirles a partir de ahora por las plataformas americanas Instagram y YouTube. Mientras, los creadores de contenido europeos lamentaban cómo se iba a transformar radicalmente su timeline cuando los influencers de USA ya no tuvieran acceso a la plataforma.
Y es que para la mayoría de nosotros perder el acceso a nuevo contenido de nuestros creadores favoritos será como si de repente no pudiéramos consumir determinadas películas o series en nuestra plataforma de streaming.
Pero pase lo que pase finalmente en Estados Unidos –la vuelta puede que haya sido sólo temporal- ya no hay marcha atrás en el hecho de que ahora la influencia es global. Y si a alguna plataforma debemos agradecérselo es a TikTok.
Desde sus inicios, su algoritmo ha permitido que los contenidos trasciendan fronteras, exponiendo a los usuarios a ideas, estilos de vida y tendencias de cualquier parte del mundo.
Este enfoque ha cambiado la forma en que consumimos y creamos contenido, haciendo que cualquier creador pueda alcanzar audiencias masivas y diversas sin las limitaciones geográficas.
Que cada vez haya más perfiles de influencers icónicos y conocidos a nivel mundial ha afianzado la figura del embajador de marca. Se trata de perfiles que provienen de subculturas, que conectan con las nuevas generaciones y que suman a la marca coherencia en todos los mercados.
Un ejemplo es Khaby Lame, quien pasó de ser un trabajador de fábrica, despedido durante la pandemia, a convertirse en un fenómeno global gracias a su humor universal y sus muecas inconfundibles. En 2024 firmó un primer contrato con Hugo Boss y en 2025 ya se ha consolidado como un referente en el mundo de la moda y la influencia y es el perfil con más seguidores en TikTok.
Esta transición hacia una influencia global ha sido mucho más rápida en este nuevo contexto que en otras plataformas si lo comparamos con Chiara Ferragni, quien, a pesar de su estatus icónico, tardó años en convertirse en una figura global.
Algo parecido es lo que pasa con la cultura coreana, sus K-dramas y su música K-pop. En este contexto global no es nada raro que sigamos a actores y actrices de series y películas cuyo contenido ni siquiera entendemos. Y el idioma no impidió que la actriz coreana Ho Yeon Jung de la primera temporada del Juego del Calamar se convirtiera en más seguida en Instagram de su país y en embajadora internacional de Louis Vuitton.
Y de la moda a la telerrealidad cuyos programas son exportadores de influencia en todo el mundo. El escándalo de un grupo de madres mormonas en TikTok USA fue el origen de un programa de telerrealidad disponible en Disney+: The Secret Life of Mormon Wives. Sus protagonistas, además de consolidarse como influencers globales, ya han firmado para una segunda temporada.
Otros casos conocidos son realities que ponen a prueba el amor como Too Hot to handle y cuyas parejas ganadoras son seguidas a nivel mundial con menos del 40% de público local entre sus comunidades. Y es que las narrativas humanas, cuando son auténticas y cautivadoras, son lenguajes universales y no entienden de barreras geográficas.
Que la influencia es global es un hecho y llegados a este punto cabe preguntarse si tiene sentido que las leyes locales vayan en contra de estas tendencias. El reciente debate sobre el posible cierre permanente de TikTok en Estados Unidos evidenció cómo esta desconexión podría alterar el panorama de los creadores y de los usuarios. Pero en ningún caso cambiará esta realidad.
TikTok no solo ha transformado cómo consumimos contenido, sino también cómo nos conectamos con el mundo. Al romper las barreras geográficas y permitir la emergencia de influencers globales, la plataforma está redefiniendo las narrativas de moda, entretenimiento y marketing. En este nuevo ecosistema, contagiado a Instagram, a YouTube y las marcas, la adaptación a una audiencia global ya no es una opción, sino una necesidad.
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