
¿Qué tendrá que ver el tocino con la velocidad? ¿Y la Crítica de la razón pura con una propuesta de comunicación? Pues, aunque no lo parezca a priori, Kant tiene mucho que enseñarnos a la hora de planificar nuestra actividad.
Es inevitable, aunque nuestra misión es luchar contra los elementos. En ocasiones, ceñirse a una idea preconcebida es muy difícil y la propia evolución de los acontecimientos hace que sea imposible materializar las propuestas de comunicación tal como las habíamos pensado. ¿Cuántas versiones hemos llegado a contar en nuestros archivos?
Sin embargo, nuestra misión en ATREVIA, como agencia y consultoría de comunicación, es ayudar a las empresas, marcas y clientes a ordenar sus ideas y proporcionarles los conceptos para estructurar su actividad de comunicación y de negocio. Y aquí es donde nuestro buen amigo Immanuel Kant nos ayuda a luchar contra el temible problema de Frankenstein.
Más allá de lo que se enseña en los institutos, convendría hacer un repaso, aunque sea por curiosidad, a las más de 800 páginas que tiene la Crítica de la razón pura (KrV, por sus siglas en alemán, que así es como suele citarse). La filosofía puede ser muy útil en muchos ámbitos, incluida la consultoría de comunicación.
Sin ánimo de ser exhaustivos, la KrV está estructurada en introducciones, apartados, partes, divisiones, libros, capítulos, secciones, parágrafos, conclusiones y resúmenes u observaciones. Es decir, que podemos encontrar esta estructura tanto en el índice general de la obra, como dentro de cada una de sus partes.
Además, el resto de sus obras sigue esta misma estructura y responde a este mismo plan que organiza cada una de las divisiones bajo un solo principio.
Por eso, si juntáramos todos los índices de todas las obras de Kant, estos tendrían un sentido unitario y podrían convertirse en un solo libro de varios miles de páginas con un esquema perfecto de exposición.
Visto así, todo el pensamiento de Kant se convierte en un árbol conceptual en el que incluso podríamos señalar divisiones fractales entre los índices de sus obras.
La clave de esta organización conceptual la encontramos en el Capítulo III de la Doctrina trascendental del método: La arquitectónica de la razón pura. ¿Qué es la arquitectónica? “El arte de los sistemas”, dice Kant. ¿Y un sistema? “[L]a unidad de los diversos conocimientos bajo una idea”, que a su vez es “el concepto racional de la forma de un todo”.
Pongamos ahora que el “todo” es nuestro plan de comunicación: trabajaremos en él sistemáticamente cuando desarrollemos cada una de las acciones en sus respectivas áreas estratégicas, de acuerdo con sus correspondientes conceptos, que a su vez estarán organizados bajo una única idea. Plantearnos ese orden será, por tanto, la arquitectónica de nuestro plan de comunicación.
Si seguimos este método, a lo largo del año nuestra propuesta, ya convertida en plan con todas las acciones concretadas, podrá evolucionar y se podrán añadir o quitar cosas, pero siempre de forma organizada.
Volvemos con Kant:
“El todo está, pues, articulado (articulatio), no amontonado (coacervatio). Puede crecer internamente (per intus susceptionem), pero no externamente (per appositionem), como hace un cuerpo animal, cuyo crecimiento no supone adición de nuevos miembros, sino que fortalece cada uno de ellos, sin modificar su proporción, y lo capacita mejor para cumplir sus fines”.
Por el contrario, ¿cuántas veces nos hemos encontrado ante una propuesta “Frankenstein”? – Metafóricamente y para quitarle hierro al asunto, así es como nos referimos a ese tipo de plan elaborado por muchas manos, compuesto por trozos cadavéricos, con costuras, clavos y tornillos a la vista, en el que intentamos juntar en una sola línea temporal cosas que por sí mismas no tienen sentido.
Mientras tanto, lo que nos enseña Kant, aunque sea por analogía, es que si la arquitectónica de los planes de comunicación es correcta, podremos añadir partes, pero nunca de manera “rapsódica” (en palabras del filósofo), sino siempre siguiendo una idea general, evitando esas slides metidas con calzador que no sabemos dónde colocar.
En cualquier caso, lo de Kant era filosofía y nuestros planes son de comunicación. Por eso mismo es inevitable que, trabajando internamente entre departamentos, y también con varios departamentos dentro de nuestros clientes, cuyos objetivos (posicionamiento, reputación, ventas) incluso pueden ser contrapuestos entre sí, de vez en cuando (se) nos salte un tornillo…
Con todo, años después de publicar la primera edición de la Crítica de la razón pura (1781) el propio Kant tuvo que presentar una KrV_v2 (técnicamente: edición B, de 1789), porque ‘descubrió’ errores en su razonamiento. Por eso, aunque tengamos que desarrollar varias versiones del mismo plan, nos consolaremos pensando que al filósofo prusiano le tocó hacer lo propio (mal de muchos…).
Y si al final nos sale un Frankenstein… que no sea porque no hayamos planteado una buena arquitectónica para nuestro plan de comunicación.