Poco más de un mes después del apagón que afectó a amplias zonas de la Península, el debate sobre la seguridad del suministro eléctrico vuelve al centro de la agenda: ¿cómo garantizar la continuidad del suministro eléctrico en un contexto de transición energética? A esta preocupación se suma el reciente cero energético vivido en la isla de La Palma, que ha puesto de manifiesto, una vez más, la vulnerabilidad del sistema. Lo ocurrido el 28A no solo evidenció la fragilidad de un sistema sometido a creciente presión, sino también la necesidad de integrar criterios de seguridad y resiliencia en la planificación energética. Es necesario enfatizar que la energía es un servicio esencial y que la red eléctrica es una infraestructura crítica cuya protección, refuerzo y modernización deben ser una prioridad.
UN MIX ENERGÉTICO PARA UN SISTEMA RESILIENTE
Durante el apagón, hospitales, centros logísticos, estaciones de servicio y otras instalaciones esenciales lograron mantenerse operativas gracias al uso de grupos electrógenos. Este tipo de situaciones pone de relieve la importancia de contar con tecnologías de respaldo capaces de activarse de forma inmediata ante una interrupción inesperada del suministro. Esto subraya la necesidad de un mix energético diversificado, que combine el impulso a las energías renovables con soluciones que aporten firmeza y flexibilidad al sistema, como los ciclos combinados o la generación hidráulica. La transición energética es inaplazable, pero debe apoyarse en una planificación técnica que garantice la estabilidad operativa del sistema en todo momento. La intermitencia renovable, la limitada capacidad de almacenamiento a gran escala y la complejidad de una red aún en evolución requieren una combinación equilibrada de tecnologías que aseguren el suministro en cualquier escenario.
LA RED ELÉCTRICA: INFRAESTRUCTURA CRÍTICA DEL SIGLO XXI
El papel de la red eléctrica va mucho más allá del transporte de energía: hoy, el acceso a la red se ha convertido en una condición indispensable para sectores clave como la digitalización, la industria tecnológica, los centros de datos, la inteligencia artificial o incluso la sanidad conectada. Sin un acceso suficiente, ágil y planificado, no puede avanzar la electrificación del transporte, ni la eficiencia energética, ni el desarrollo de la economía digital. Más allá de la generación, la red es hoy el verdadero cuello de botella. Su modernización y expansión requieren una inversión masiva y una gobernanza clara, alineada con los objetivos de desarrollo industrial y digital del país. Planificar bien el acceso, coordinar administraciones, reducir los tiempos de conexión y dar certidumbre a promotores e inversores no es solo una necesidad técnica, sino una política de Estado.
SUMINISTRO, SOBERANÍA Y SEGURIDAD NACIONAL
Cada vez que se interrumpe el suministro eléctrico, aunque sea durante unos minutos, se activa una cadena de riesgos que va desde la atención sanitaria hasta la integridad de las comunicaciones. En un país electrificado, no hay servicio sin electricidad. Y eso obliga a mirar el sistema energético como lo que ya es: un eje estratégico nacional. No se trata únicamente de cumplir los objetivos climáticos, sino de garantizar que la energía esté disponible, en cantidad suficiente y a precios competitivos, en cualquier escenario, incluso el más adverso.
Por eso, es necesario que el diseño del sistema se base en datos y no en dogmas. Que la planificación contemple no solo la descarbonización, sino también la seguridad operativa. Que se integren reservas estratégicas, tecnologías de respaldo y nuevas soluciones de almacenamiento como parte del ecosistema energético. Porque lo que está en juego no es solo un modelo energético más limpio, sino la continuidad de un país que quiere ser digital, industrial, innovador y resiliente.