Hace pocas semanas tuve la suerte de acudir a una muy interesante charla en la que se estuvo hablando sobre cómo la llegada a las empresas de los robots y de la inteligencia artificial iba a incidir en el empleo en los próximos años.
Si bien los ponentes -profesores universitarios, emprendedores y freelancers casi todos- estuvieron explicando que la mayoría de los empleos que pueden verse destruidos a causa de la robotización van a tener que ver con tareas sin valor, no pudieron ponerse de acuerdo en cuáles eran las llamadas “tareas sin valor” más allá de las genéricamente denominadas como “rutinarias”.
Esto me llamo mucho la atención y más aún cuando animaron a los asistentes a reflexionar sobre cuáles de las tareas que cada cual ejecuta a diario en su trabajo podrían automatizarse. La reflexión no es casual ya que –según sus vaticinios- si alguna tarea de las que desempeñamos a diario, la puede hacer una máquina, acabará haciéndolo más pronto que tarde. Esto va a ser así porque, además de hacer todas sus tareas de forma perfecta, las máquinas no se agotan, no solicitan aumentos salariales, no tienen un ego que alimentar y pueden operar sin descanso 24:7 con una eficiencia del 100%.
Pero bajemos esto al terreno de lo concreto, aunque sea a modo de reflexión-ficción. Partamos de la premisa/ítem “tarea rutinaria”, ¿la conducción de un autobús podría interpretarse como tarea rutinaria? Podría ser, ¿no? Si bien es una ocupación que requiere de toda la atención del conductor, podría entenderse como algo rutinario por cuanto tiene de repetitivo. Visto que los coches conectados y los autónomos parecen cada vez más cosa de un futuro próximo y el tiempo de latencia tendente a cero que proporcionan las nuevas tecnologías y materiales podrían abrir la puerta a que los vehículos se puedan desplazar de forma autónoma con un comportamiento operativo del 100% sin fallos, esto podría ser una realidad en breve, pero ¿estamos preparados para que los vehículos ya no necesiten conductor en ningún caso?
Sigamos con una reflexión en cadena imaginando el futuro. Los coches ya no requerirán de humanos para el desplazamiento de personas, lo que en algún momento ocasionará que la capacitación para conducir –por innecesaria- ya no sea precisa, lo que conllevará que las autoescuelas sean prescindibles y desaparezcan.
Éste será un punto de inflexión, que tal vez veamos los que estamos aquí ahora. Pero sigamos reflexionando…Si las autoescuelas desaparecen…Ya no es que desaparezca un negocio y puestos de trabajo, es que los humanos perderemos la opción de aprender a conducir y necesitaremos ponernos en manos de vehículos automáticos, autónomos y conectados toda vez que necesitemos desplazarnos. Este es un escenario tal vez impensable hoy, pero plausible si continúan abriéndose paso tecnologías que ya están inventadas…En un corto espacio de tiempo el desplazamiento de humanos podría depender exclusivamente de las máquinas.
Conceptos como el placer por la conducción podrían ir desapareciendo en beneficio de nuevos negocios que den el servicio de conducción por un pequeño coste al mes, o como pago por servicio.
Hacer planes de vacaciones podría acabar incluyendo la contratación de un coche autónomo que venga a buscarnos a la puerta de nuestra casa y nos lleve de forma eficiente a nuestro lugar de destino, afectando –en paralelo- a puestos de trabajo propios de la industria del turismo, como las empresas de transporte de viajeros… ¿Cómo afectará esto al mundo del taxi?… ¿Y a las empresas del motor? Cabe hacerse la siguiente pregunta…Si todos los coches acaban siendo autónomos, ¿por qué comprar uno para tener que invertir en su mantenimiento, si se puede contratar un servicio de alquiler por uso, cuando se necesite y donde se necesite y además cambiar de vehículo y de prestaciones? Alguien deberá controlar el buen funcionamiento de esos vehículos autónomos, o –cuando menos- gestionar el control de las máquinas que ‘vigilan’ que los coches autónomos vayan de modo eficiente a donde se les pide que vayan y no a otro sitio. Estamos ante un futuro que anima a pensar que tal vez el primer “robot” de uso particular no tenga por nombre C3-PO, ni R2-D2, tal vez se llame Delorean-3000, o Fiat-9000 y sea quién nos lleve de forma segura a donde le indiquemos.
Si bien esto puede inquietar, también es cierto que en esta reflexión se cumple lo vaticinado por los ponentes de la charla a la que asistí…La propia incorporación de la tecnología que va a ser la destructora de ciertos puestos de trabajo, también va a ser la creadora de nuevos puestos que aún se desconocen y que van a necesitar una capacitación tecnológica que va a requerir de la preparación de la población activa.
Según explicaba uno de los participantes en la charla, las leyes de la robótica de Asimov ya son otras, la nueva ley de la robótica explica que si algo es peligroso, aburrido y se puede automatizar, lo harán las máquinas.