Para plantearse nuevos retos en uno nuevo año, o en una nueva etapa, siempre debemos hacer un balance del periodo anterior, ¿qué hemos hecho bien? ¿En qué podemos mejorar? ¿Qué queremos conseguir y cómo lo vamos a hacer? Esta es la teoría. La realidad es que muchas veces no tenemos tiempo para pensarlo, nuestro mundo y nuestro ritmo van mucho más rápido que todo ello y sí, hacemos “balance” y tenemos nuevos propósitos, pero no profundizamos en ellos lo suficiente, motivo por el que más de la mitad de las nuevas aspiraciones se quedan por el camino y repetimos en bucle en las siguientes etapas.
«La tragedia de la vida no reside en no alcanzar tu meta. La tragedia está en no tener metas que alcanzar»
-Benjamin Mays-
En Comunicación, la tarea de hacer balance no siempre es fácil. La problemática en la medición de resultados, la falta de una estrategia clara, la dificultad de algunos departamentos de comunicación de integrar la estrategia en el propio negocio, etc. no ayudan a sentar unas bases que afiancen esos nuevos compromisos y sumen dentro de sus propias compañías.
Es un debate del que se ha hablado mucho y sobre el que existen tantos puntos de vista como profesionales del sector, pero está claro que por resumir, existen unas líneas convergentes entre el desarrollo personal y profesional, que pasan por el compromiso. Este, a su vez, debería ser:
- Propio. De uno mismo, de la propia compañía. Aquí no valen los planes reciclados, no vale calcar propuestas, no vale… El éxito siempre está en la originalidad, en la sencillez de ser fiel a uno mismo y dejarse guiar por principios únicos.
- Concreto. Hace unos días leí que, para que un niño de tres años pueda entender el mensaje de un adulto, éste no debe decir: “pórtate bien en la cena” sino “cómete todo lo que te ponga la abuela en el plato”. Eso es la concreción. En todas las etapas de nuestra vida asimilamos más y mejor este tipo de mensajes, aunque no tengamos tres años.
- Medible. Y aquí viene el redoble de tambores, si el compromiso es propio y es concreto, será mucho más fácil medir su implantación y, con ello, su éxito o su fracaso. Los criterios de medición no tienen por qué ser excesivamente complejos, pero sí debemos pactarlos previamente para poder comparar situaciones pre y post. Es muy fácil entenderlo con el ejemplo del peso y las dietas. Pero luego debemos mantenernos para no entrar en el bucle.
En definitiva, no siempre podemos seguir rígidas teorías que pintan bien en el papel pero no son flexibles y alcanzables con el ritmo que llevamos. Seamos más felices poniendo bien el foco en lo que nos interesa para cumplir nuestras metas. ¡Quedémonos con lo importante!