Hace unos días, cual abuela cebolleta, le contaba a uno de nuestros proveedores de servicios de clipping cómo mi primer trabajo de «periodista» fue, precisamente, en un terrible gabinete de prensa (sí, se llamaba así), donde leíamos periódicos y revistas desde las cinco de la mañana para luego recortar —literalmente— las piezas, fotocopiarlas y, por último, componer, encuadernar y ensobrar los dossieres que luego se llevaba un mensajero a todo correr a las compañías o instituciones correspondientes.
La tecnología ha cambiado muchas cosas en el mundo de la comunicación, como en todos los sectores. La revolución que Internet ha supuesto para los medios y los lectores no tiene vuelta atrás, y tampoco la tiene el trabajo diario del consultor de comunicación. Es cierto que aún se pueden encontrar en el mercado máquinas de fax, más o menos vintage, de marcas punteras, como Philips o HP, pero en las consultoras han quedado como recuerdos vintage de un pasado no tan lejano.
Ya no mandamos notas de prensa por fax, ¡o por correo!, ni pegamos centenares de diapositivas en hojas grapadas, o nos dejamos los dedos ensobrando invitaciones a una rueda de prensa. El e-mail, los gestores de bases de datos cada vez más avanzados, ¡incluso Whatsapp!, nos han devuelto un tiempo que ahora hemos de emplear en volver a los orígenes de la comunicación, a los de crear y contar historias, a los de ofrecer temas adaptados a cada medio, y a los de buscar el toque humano dentro de lo informativo.
¿Creéis que hemos cambiado?