El inclasificable Nassim Nicholas Taleb, un norteamericano de origen libanés que en la Europa continental no hubiera encontrado hueco en ninguna universidad, categorizó hace unos años el fenómeno de los Cisnes negros conforme a tres características básicas: en primer lugar, son sucesos que nadie ha previsto con antelación; además, tienen un impacto demoledor y a los que, una vez sucedidos, todos intentamos encontrarles causas explicables y, por lo tanto, predecibles. La Gran Guerra de 1914, el surgimiento de Internet, o los atentados del 11-S serían algunos ejemplos de Cisne negro y quizá estemos asistiendo ahora a otro: la crisis causada por el COVID-19 desde su aparición en China a lo largo del mes de diciembre.
La última Estrategia de Seguridad Nacional, la del año 2017, ya recoge que una pandemia a nivel mundial sería “la tormenta perfecta” para un país como España: nuestra alta dependencia del turismo, el clima y la avanzada de edad de nuestra población son elementos que favorecen la expansión de epidemias como la del Coronavirus. Aun así, a principios de año nadie preveía las potenciales consecuencias de una pandemia así en la vida política, social y económica de Europa; el petróleo está aún por encima de los sesenta dólares y la interconectada actividad económica mundial seguía su ritmo de crecimiento.
Y ahí está la segunda característica de los cisnes negros: el impacto del COVID19 amenaza con ser demoledor, la OCDE ya ha revisado a la baja las estimaciones de crecimiento para este año y en todas las economías occidentales se manejan escenarios de aumento de desempleo y frenazo económico hasta ahora desconocidos. Nos quedan las causas. Más allá de las chifladuras de las conspiraciones, todos le buscaremos una causa clara y predecible -siempre a posteriori-, pero en realidad, la causa final de su extensión es la consecuencia de la consolidación de la globalización a nivel mundial.
En un mundo tan conectado, el efecto mariposa origina que un estornudo en una modesta capital de provincias china acabe originando, por ejemplo, una cuarentena en Madrid a las pocas semanas. Con las lecciones que aprendamos de esta crisis, saldremos mejor pertrechados para la siguiente. Pero bienvenidos -en todo caso– al futuro.