¿Un nuevo amanecer en las relaciones transatlánticas?

Este mes se recordará como un momento histórico, no sólo para Estados Unidos, sino para el resto del mundo. Tras intensos días de recuento con todas las miradas puestas en unos pocos Estados del gigante americano, el sábado 7 de noviembre, Joe Biden por fin pudo celebrar que se convertirá en el cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos. Además, el demócrata estará acompañado por Kamala Harris, la primera mujer (y además descendiente de madre india y padre jamaicano) en ocupar el cargo de vicepresidenta.

Y es que no sólo una gran parte de Estados Unidos ha celebrado la victoria del tándem Biden-Harris; al otro lado del Atlántico, varios Estados europeos también ha dado un suspiro de alivio tras cuatro años de unas relaciones transatlánticas convulsas bajo el mandato de Donald Trump. Sin embargo, ¿supone la nueva presidencia de Joe Biden un «borrón y cuenta nueva» en las relaciones transatlánticas?

El legado de Trump

Las relaciones entre Estados Unidos (EE.UU.) y la Unión Europea (UE) se han resentido durante la presidencia de Donald Trump. Desde su entrada en la Casa Blanca con su insignia electoral de «America First», no han faltado roces y desencuentros entre el mandatario estadounidense y varios de sus homólogos europeos. De hecho, no fue hasta julio de 2018, casi un año y medio después de que Trump tomara entrara a la Casa Blanca, que Estados Unidos seleccionó un embajador ante la Unión Europea, que además duró poco más de otro año y medio antes de ser despedido por el presidente.

Durante el mandato de Trump, el país que promovió el multilateralismo internacional basado en los valores de «libertad, democracia y derechos humanos» tras la Segunda Guerra Mundial ha rechazado las instituciones y acuerdos que lo conforman. En los últimos cuatro años, Estados Unidos se ha retirado de la UNESCO, del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y por último del Acuerdo de París, una acción que se formalizó el día después de las elecciones. Tampoco se debe olvidar sus críticas a la OTAN, la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la desvinculación del acuerdo nuclear con Irán, con el que chocó a principios de este año en lo que las redes denominaron como la «Tercera Guerra Mundial». A todo este cóctel se le añade el ascenso imparable de China, con quien Trump ha iniciado casi una nueva Guerra Fría en materia comercial y tecnológica.

Por ello, la Unión Europea se ha visto obligada a aprender a vivir con un socio considerablemente impredecible. Una de las confrontaciones que han caracterizado la alianza transatlántica en estos últimos años ha sido la larga disputa en la Organización Mundial del Comercio (OMC) sobre los subsidios gubernamentales para los rivales aeroespaciales Boeing y Airbus, que se intensificó el año pasado después de que la OMC permitiera a los EE.UU. imponer aranceles a productos europeos por valor de unos 7,5 mil millones de dólares. A pesar de que Bruselas realizara llamamientos para alcanzar una solución negociada, Trump optó por atentar contra la política comercial europea con la imposición de estos aranceles a productos como el vino francés, el aceite de oliva español y el whiskey irlandés, entre otros.

La era Biden y la «autonomía estratégica» de la UE

Si se puede sacar algo en claro de la victoria de Biden es que su tono y estilo de hacer política supondrán un cambio positivo para las relaciones transatlánticas y el sistema multilateral internacional en general. Sin embargo, sería ingenuo pensar que este nuevo periodo se traducirá en la complicidad entre la Unión Europea y los Estados Unidos que caracterizó el siglo pasado, una complicidad que ya se debilitó en la era Obama por su giro hacia Asia.

Ambas regiones se enfrentan a desafíos internos, en gran parte por la pandemia del COVID-19, que ocuparán un primer plano en las respectivas agendas de los próximos cuatro años. En cualquier caso, Joe Biden es consciente de las heridas que ha dejado su predecesor en alianzas y amistades clave, que incluyen a la Unión Europea. El próximo mandatario estadounidense ha dejado clara su intención de restaurar la reputación de Estados Unidos en materia de acción exterior, trazando un plan más concreto en las relaciones con China y volviendo a unirse al Acuerdo de París para hacer frente al cambio climático, una de las prioridades de la Unión Europea desde 2019.

Desde ese mismo año, la Unión Europea ha impulsado la denominada «autonomía estratégica», acorde con la opinión francesa de que Europa debe convertirse en un actor estratégico más independiente. Si se aplica este concepto a las relaciones entre ambos lados del Atlántico, en palabras del Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, es «invertir en una Europa fuerte, capaz y estratégicamente consciente». En pocas palabras, la Unión no debería esperar a que su socio estadounidense le diga lo que debe hacer, no sólo en materia de defensa, sino en el ámbito digital o sanitario, entre otros.

De hecho, la UE ya ha tomado la iniciativa para fortalecer la cooperación entre Washington y Bruselas y el presidente del Consejo Europeo Charles Michel está preparando una videoconferencia con Joe Biden, antes de la cumbre de líderes europeos de diciembre, para tratar temas como el COVID-19, el cambio climático, el multilateralismo, la seguridad y geopolítica y las relaciones comerciales. Respecto a estas últimas, se espera que el bloque europeo devuelva los aranceles a unos 4.000 millones de dólares de productos estadounidenses como respuesta al último avance de EE.UU. en la disputa en la OMC. No obstante, el objetivo actual en este frente, según funcionarios de la UE, es reunirse con Biden en la mesa de negociaciones con el fin de encontrar una solución a la larga disputa sobre Boeing y Airbus.

Otro escollo pendiente en la agenda europea es el Brexit y la futura relación entre la UE y Reino Unido. El 31 de diciembre finaliza el periodo de transición para que la salida de Reino Unido de la Unión Europea se materialice y por el momento el Acuerdo de Salida negociado entre Bruselas y Londres ha quedado en entredicho tras la introducción de la ley de Mercado Interior británica que viola partes del texto pactado. El primer ministro británico Boris Johnson no ocultó su complicidad con Donald Trump ni sus esperanzas de alcanzar un acuerdo comercial con Estados Unidos para mitigar el impacto económico de un Brexit sin acuerdo. Sin embargo, la llegada de Joe Biden puede alterar sus planes, ya que el futuro presidente ha mostrado en varias ocasiones su respaldo al Acuerdo de Salida pactado y no hizo ninguna referencia a un acuerdo comercial entre Washington y Londres en su conversación de la semana pasada con el mandatario británico, el aliado histórico de los Estados Unidos en Europa.

En conclusión, de cara a los diversos frentes abiertos en ambas regiones, es probable que la alianza transatlántica vaya a pasar por una fase de reconstrucción en la que Estados Unidos recupere de manera gradual su reputación en el sistema multilateral y Europa se convierta en un socio más independiente y maduro. En un contexto internacional que vive una pandemia, el auge de nacionalismos y populismos, una degradación medioambiental inminente, amenazas digitales y una influencia china cada vez mayor, encontrar un nuevo equilibrio en la cooperación transatlántica resulta crucial. Una hoja en blanco llena de oportunidades que ambas regiones pueden aprovechar, juntas.

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