LA REVOLUCIÓN DE LA RESPONSABILIDAD
La idea de un confinamiento global tras una emergencia sanitaria internacional a partir de un virus desconocido era difícil de anticipar. La irrupción del COVID-19 ha cambiado el mundo que conocíamos y seguramente abre paso a un orden diferente. Se trata de una gran disrupción que, como casi todos los cambios de paradigma, supone también nuevas oportunidades para estar a la altura, innovar, mejorar y aprender.
Las empresas han respondido a la emergencia y lo han hecho con celeridad y determinación (en la fundación lo hemos comprobado de primera mano en el espacio dedicado a ello #SERESResponsables), dos elementos esenciales en cualquier gestión de emergencias de estas características. Los retos sociales sobre los que reflexionábamos hace unas semanas siguen ahí, quizás ahora más entremezclados y complejos: derechos humanos, desigualdad y pobreza, IA, diversidad e inclusión, brecha digital…
Ese progreso económico y social conjunto, tan necesario y actual, depende de diferentes factores, pero uno de ellos es determinante: contar con líderes responsables. Aquellos que se comprometen, que buscan el bien común y que creen en la alianza, en la potencia del grupo. Sobre todo (y por curioso que pueda parecer) una pandemia de estas características nos obliga a mantener la distancia social y reducir la movilidad drásticamente como medida preventiva, pero solo la venceremos a través de la colaboración de todos. Lo recordaba hace una semana Bill Gates, al afirmar que “al fin y al cabo, a los seres humanos no nos unen solo unos valores y unos lazos sociales comunes. También estamos conectados biológicamente por una red de gérmenes microscópicos que vinculan la salud de una persona a la de todas las demás. En esta pandemia, todos estamos conectados. Nuestra respuesta también debe estarlo”.
En Fundación SERES, que es un movimiento transformador, un movimiento de empresas, nos obsesiona no tanto analizar todos los datos de la crisis que estamos viviendo, sino reflexionar e identificar las claves de la reconstrucción. Un nuevo mañana, que exigirá, sin lugar a duda, una gestión responsable, actuación con un propósito y compromiso empresarial claro y conectado con los retos sociales. Los desafíos que habrá que encarar no son pocos y están relacionados (entre otros) con las personas y todos nuestros grupos de interés; con la tecnología, que ha permitido nuevos modelos ágiles de trabajo, pero que ha evidenciado también brechas de pobreza; con el papel de la empresa en una reconstrucción en la que tendrá que ser capaz de adaptarse a nuevas circunstancias; con los líderes responsables, más necesarios que nunca, y con los nuevos hábitos y modelos de consumo, que han modificado por completo los patrones que regían el mercado.
El plan de reconstrucción debe contar con tres pilares fundamentales. Primero, la reanudación de la actividad económica sin dejar a nadie atrás y con claro foco en crecimiento social y empresarial. En segundo lugar, con el protagonismo de líderes responsables, capaces de cambiar el paso, de eliminar inercias con el equilibrio ambidiestro de largo y corto plazo y, en tercer lugar, consolidar empresas con propósito, con una meta que acabe siendo una brújula para evaluar las decisiones que se tomen en este momento. Porque seremos recordados por lo que hicimos en el apogeo de la crisis, por las respuestas que dimos y siempre el propósito debería ser una suerte de test ácido para las compañías. La construcción de empresas más humanas, en las que el peso de los intangibles determine su sostenibilidad en el tiempo, su predilección por parte de los consumidores o inversores, pero sobre todo que, en plena 4ª revolución industrial, pongan el foco en las personas y amplíen el contrato social.
Las pandemias dejan lecciones aprendidas. Algunos de esos aprendizajes ya son evidentes, como la importancia y riesgos de la tecnología, que por un lado ha hecho posible el mayor experimento de trabajo en remoto global, pero que por otra parte ha evidenciado también la desigualdad y brechas que ya conocíamos. También la necesidad de invertir en innovación, la importancia de colaborar y contar con líderes-brújula que nos permitan navegar sin perder de vista una meta fija, la Agenda 2030. Sólo así será posible responder al desafío de sentar en la misma mesa sociedad y empresa para crear y compartir valor, pensando siempre en las personas.
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