“Si algo ha de matar a más de 10 millones de personas en las próximas décadas, probablemente será un virus muy infeccioso; más que una guerra. No misiles, sino microbios”. Bill Gates, fundador de Microsoft, anticipó en 2015 en una apocalíptica charla TED la posibilidad de que un virus se llevara por delante miles y miles de vidas humanas sin que la humanidad estuviese preparada para ello.
Antes, en 1981, el escritor estadounidense Dean R. Kootz publicó la novela “Los ojos de la oscuridad” (“The eyes of darkness” en su versión original) en la que imaginaba una pandemia global a causa de un virus que llamó Wuhan-400, desarrollado en unos laboratorios de China. Situó la historia alrededor del año 2020.
En fin, nos creíamos los dueños del mundo; presumíamos de tener un poder casi omnímodo; nuestro objetivo era ver quién descubría la nueva serie de Netflix para presumir con los amigos; las ventas del Satisfayer en Amazon se disparaban… era un mundo aparentemente perfecto. Y resulta que, como dicen los amigos mexicanos, un pinche virus Covid-19 ha puesto al mundo en alarma global.
Estamos viviendo tiempos de zozobra por la pandemia del ya tristemente famoso coronavirus. Así que, en primer lugar, mi solidaridad con las víctimas y enfermos y mi eterna gratitud al personal sanitario y las fuerzas de seguridad por su ingente labor estos días.
Pensando en el vínculo de las familias empresarias con esta grave crisis, lo primero que se me viene a la cabeza es acudir a los líderes de referencia de empresas familiares de longevo éxito. Sus aprendizajes son especialmente bienvenidos ahora.
En estos tiempos turbulentos, más que nunca, conviene actuar desde la responsabilidad, la tranquilidad, la serenidad y el sentido común. Como bien saben en las grandes sagas familiares, hay que mirar las cosas con perspectiva y pensar que, antes o después, tras la tempestad vuelve la calma. Ganar dinero en el corto plazo para el accionista no es la cuestión. Las verdaderas empresas familiares permanecen porque tienen un propósito que las conecta con la sociedad. Hoy más que nunca lo estamos comprobando. Así fue en el pasado -basta leer o escuchar historias de familias centenarias- y así seguirá siendo en el futuro.
Esos grandes líderes nos enseñan que las crisis son siempre tiempo de oportunidad. Vamos a tener la gran oportunidad de repensar estrategias, procesos, mapas de riesgos… todas esas cosas que el día a día nos dificulta tratar. Vamos a tener la oportunidad de entender que hoy necesitamos empresas con propósito y actuar con determinación desde ese propósito para poner nuestra empresa al servicio de los grandes retos de la sociedad. Vamos a tener la oportunidad de dedicar más tiempo a la formación y advertir que la educación online existe y funciona muy bien. Vamos a tener la oportunidad de experimentar a fondo las ventajas del teletrabajo. Y vamos a tener la oportunidad de convivir más con nuestra familia, con nuestros hijos, y seguramente cultivar algunas aficiones “indoor”.
Las familias empresarias han de valorar que estos mares embravecidos se surcan mejor desde la unión y la cohesión. La familia empresaria constituye un complejo ecosistema donde conviven negocios (razón) y familia (emoción), que debe ser gobernado con inteligente equilibrio. De modo que está muy bien el gobierno corporativo y la gestión de las empresas, pero esto debe venir también acompañado del gobierno y la gestión de la familia para conseguir el necesario alineamiento y el orgullo de pertenencia.
Trabajar los “¿para qué?” que acaban perfilando el propósito de la familia empresaria. Desde esos presupuestos se genera la necesaria pasión para abordar los más difíciles retos. Todos juntos podremos salir de esta crisis. Como me decía un líder de tercera generación de una importante empresa familiar española hablando de la gestión de esta crisis: “Ahora más que nunca hay que poner el foco en fortalecer los valores que nos han hecho perdurar”.
Las familias deben entender que la clave del éxito sostenido en el tiempo pasa por combinar sabiamente la experiencia de las generaciones senior con el potencial innovador que aportan unas generaciones continuadoras que traen la digitalización y la globalización en su código genético. Estamos ya viendo casos de jóvenes aportando soluciones online en empresas familiares para facilitar las comunicaciones, la gestión interna o las relaciones con proveedores y clientes.
Desde el liderazgo emprendedor que acostumbra a impregnar la acción de muchas empresas familiares, estoy convencido de que se aplicará medicina “darwinista” en esta situación de emergencia, no sólo para adaptarse a los ingentes retos que está causando esta pandemia, sino que sabrán salir refortalecidos cuando las aguas vuelvan a su cauce.
No quisiera acabar sin destacar que estos días hemos asistido, y lo seguiremos haciendo, a pruebas extraordinarias de líderes empresariales con propósito. Por ejemplo, en el caso de España, el mensaje tranquilizador del dueño de Mercadona, Juan Roig, asegurando que el abastecimiento de mercancías estaba asegurado. O la postura de hoteleros como Abel Matutes o Kike Sarasola para poner a disposición de las autoridades algunos de sus hoteles para convertirlos en hospitales. Este liderazgo que emana desde el empresariado es el protagonista relevante de la sociedad civil y, sin duda, contribuirá a un desarrollo sostenible e inclusivo. Desde ese liderazgo con propósito siempre se ganan las batallas, por cruentas que estas sean.
Puedes descargar este texto en PDF aquí.