Juan Luis Cebrián, expresidente ejecutivo del Grupo Prisa y senior partner de ATREVIA, escribe en El País su último artículo titulado “La vuelta al cole”.
«Pese a la incompetencia y tardanza de la mayoría de los Gobiernos occidentales, a comenzar por el nuestro, en la lucha contra la pandemia, deberíamos disculparles por el hecho de que se enfrentaron a una catástrofe para ellos inesperada, aunque no para la comunidad científica. Han pasado meses, sin embargo, y tuvieron tiempo de reflexionar, prepararse para el futuro inmediato, aprender de sus errores, y atender a las necesidades sanitarias, sociales y económicas de la población. Tiempo para definir en que consistía ese neologismo infatuado de cogobernar con el que el presidente Sánchez pretendía calmar los alterados ánimos de las autoridades autonómicas, más celosas de que se respeten sus atribuciones que de ejercerlas con rigor. Y lo han desperdiciado. A días de que más de ocho millones de estudiantes comiencen el curso, y después de que el anterior lo hayamos dado casi por perdido, Gobierno y oposición siguen demostrando sus prioridades, ajenas a las demandas de los ciudadanos.
Ante una situación tan excepcional como la que vivimos, el presidente debía haber llamado desde un principio a todas las fuerzas políticas y a los representantes sociales para consensuar protocolos de actuación referidos al impacto social de la pandemia en todos los aspectos. Muy especialmente en lo que respecta a la educación. Es increíble que a estas alturas las familias y los docentes confiesen su ignorancia e impotencia respecto a las decisiones a tomar. Es asombroso que, conocedores de la desigualdad en el terreno de la conectividad tecnológica y la habitabilidad de los hogares, no se haya actuado para tratar de paliarlas y ayudar a los centros a tomar medidas no discriminatorias en función de la adscripción social de las familias. Es absurdo, contraproducente para la formación de las nuevas generaciones, que en vez de integrar la enseñanza presencial con el aprendizaje a distancia y el uso de nuevas tecnologías se trate de discriminar a estas como enemigas de la socialización en la escuela. El resultado es que el colectivo más vulnerable de la comunidad, los niños, será víctima, como lo han sido los mayores, de la incompetencia y laxitud del poder.
No hay que repartir culpas por igual. Ante la ausencia del presidente del Gobierno en este debate, endosando a los autonómicos el problema, dado que la enseñanza está transferida, estos han tomado medidas, independientemente de su acierto, y han informado a la opinión pública. Pero no hay cogobernanza alguna, ni siquiera coordinación, para solucionar un problema nacional de proporciones gigantescas que nuevamente amenaza con aumentar la fragmentación social, y añadir nuevas discriminaciones educativas a las identitarias y lingüísticas, promoviendo desde la infancia la existencia de ciudadanos de diferentes categorías.
No es solo ineficiente haber dejado para la víspera de la apertura de curso este debate. Además pone de relieve la degradación moral de la clase política. No existe partido en el mundo, sea cual sea el régimen en el que se inscriba, que no incida en la importancia fundamental de la educación para resolver los problemas que afectan al desarrollo de los pueblos(…)»