Esta semana El Economista, diario líder en noticias de economía, bolsa y finanzas, ha publicado en su portal digital una tribuna firmada por nuestra presidenta, Núria Vilanova, titulada Latinoamérica en tiempos de COVID-19.
En ella, la fundadora de ATREVIA ha querido empezar con la conclusión que inmediatamente después desarrolla en el texto: América Latina puede ser de nuevo una oportunidad para España tras el inmenso temblor con el que la pandemia de COVID-19 está sacudiendo al mundo.
«España y sus empresas aprendieron a ser internacionales en América Latina. Allí asimilaron también que lo importante no era un país, sino la región en conjunto. Y, en paralelo, muchas empresas familiares de la región se convirtieron en multilatinas y años atrás empezaron a invertir en nuestro país, abriendo la era de las empresas ‘multi-iberoamericanas’. Rebeca Grynspan, secretaria general iberoamericana, suele afirmar repetidamente que «cuando me preguntan si Iberoamérica existe, yo respondo: pregúntenselo a las empresas».
Un amigo me decía hace poco que no es momento de ponerse grandilocuentes en el mundo empresarial. Que no se trata de ser héroes, sino de hacer lo que hay que hacer. Pero yo sí creo que hay algo de heroicidad en la lucha y en la generosidad con la que los empresarios están afrontando esta crisis. Desde el Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (CEAPI), hemos visto cómo cada empresario busca ayudar al país y a los más desfavorecidos.
Hemos empezado a recoger iniciativas de compromiso social y la respuesta ha sido abrumadora. Y ello mientras a la vez los empresarios trabajan más que nunca para proteger a sus compañías y a sus equipos. Han tenido que hacer frente a la presión y a una «nube gris»: el sentimiento de que cuanto más grande es la empresa, en cuantos más países se tiene presencia, más problemas.
(…) Pese a que América Latina no tiene la misma preparación sanitaria que la de los países desarrollados, tiene algunas ventajas en la lucha contra la pandemia. En primer lugar, la estructura de edad de la población es mucho más joven que en la Unión Europea y EEUU. Mientras que en Latinoamérica la media de edad es de 31 años, en la UE es de 43 y en EEUU, de 38. Y, en algunos países, el COVID-19 ha supuesto un refuerzo de la estabilidad política, tal es el caso de Chile, donde la población está reconociendo al presidente, Piñera su capacidad de gestión. En segundo lugar, la región está menos conectada internacionalmente con respecto a los países industrializados, y puede aprender de las buenas y malas prácticas en la lucha contra la pandemia, puesto que ésta ha llegado más tarde allí.
Otro aspecto positivo es la velocidad con la que la mayoría de los gobiernos de América Latina han actuado con respecto a las medidas de confinamiento, aprendiendo de la experiencia de otros países. Por ejemplo, Chile y Brasil decretaron el cierre de escuelas a los 12 y 21 días, respectivamente, una vez que el primer caso fue confirmado. En España e Italia, esta medida se tomó 41 y 33 días después del primer caso detectado. De igual forma, la mayoría de los países de la región cerraron sus fronteras, declararon el estado de emergencia, suspendieron eventos multitudinarios, pusieron en cuarentena regiones altamente afectadas, impusieron toques de queda y cerraron cines, bares, restaurantes y eventos deportivos más rápidamente que EEUU y parte de Europa.
Desde el punto de vista económico, Latinoamérica es una región acostumbrada a lidiar con choques externos negativos, y aunque el coronavirus no llega en el mejor momento, la región tiene algunas ventajas para mitigar el impacto del shock. Las más relevantes son que la mayoría de los países cuentan con tipos de cambio flexibles que les ayudan a absorber el impacto de la salida de capitales, baja inflación, lo que permite llevar a cabo política monetaria expansiva, altos niveles de reservas internacionales que pueden usarse durante la emergencia y, en algunos casos, algo de espacio fiscal para llevar a cabo política contra-cíclica. También se barrunta en el horizonte que América Latina podría beneficiarse de una reorganización por las multinacionales de las cadenas de suministro que hasta ahora tienen muy concentradas en China y otras zonas de Asia: parte de ellas podrían migrar a la región».
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