Esta semana, Núria Vilanova, presidenta y fundadora de ATREVIA, ha publicado un artículo de opinión en el El Economista, diario líder en noticias de economía, bolsa y finanzas. El objetivo del texto no es otro que la reflexión acerca de la transformación a la que Iberoamérica se ve obligada para lograr superar la tesitura ocasionada por la COVID-19, cambios que no se conciben sin el liderazgo de los empresarios.
«Una de las lecciones que deja la actual crisis es que Iberoamérica está obligada a reinventarse si no desea quedarse aislada y en la periferia del desarrollo y del mundo de la IV Revolución Industrial. La pandemia ha exacerbado los problemas estructurales y déficit históricos de la región para no perder la estela del mundo que surja tras el virus. Lograrlo requerirá de profundas reformas que vinculen a los países iberoamericanos con la revolución tecnológica y digital.
En ese proceso de engancharse al vagón del desarrollo, los empresarios iberoamericanos están llamados a cumplir un papel decisivo. En CEAPI hemos comprobado en múltiples reuniones que el empresariado regional tiene ideas y ganas de colaborar en este reto. Un desafío que pasa por el diseño de un nuevo contrato social que, si bien tendrá peculiaridades de país a país, dependiendo de su idiosincrasia, sin duda portará también componentes y contenidos comunes.
Ese nuevo pacto social es la argamasa para construir sociedades iberoamericanas con menores desequilibrios y una matriz económica más productiva y competitiva basada en la innovación, exportación diversificada y con valor añadido, respaldada en un desarrollo inclusivo socialmente y sostenible medioambientalmente. Un nuevo contrato social nacido del consenso entre todos los actores (políticos, empresarios, trabajadores, organizaciones sociales, etc.) y sostenido por instituciones transparentes y un Estado eficaz y eficiente para impulsar políticas públicas efectivas que amparen la seguridad jurídica, clave para estimular la inversión local y extranjera.
En esa agenda, el empresariado tiene mucho que decir y mucho que aportar. Ese nuevo contrato no se puede ver la luz de espaldas al sector ni tampoco los empresarios pueden quedarse al margen o acabar como meros convidados de piedra.
El nuevo pacto pasa por una intensa y coordinada colaboración público-privada, lejos de la trasnochada y estéril dicotomía público vs privado. Una alianza que es una moneda de dos caras: de un lado la garantía de que las administraciones impulsarán políticas de estado basadas en amplios consensos políticos y de largo plazo ajenas a los vaivenes, volatilidades e inseguridades de la política partidista coyuntural. Del otro lado de la moneda, el desafío del sector empresarial estará en saber combinar el legítimo interés propio con el interés general sin que ambos entren en contradicción (…)»