La que ya se denomina cuarta revolución industrial se sitúa realmente a la cabeza de todas las revoluciones. No sólo por su dimensión, estamos ante la mayor transformación vivida hasta la fecha, sino también por la rapidez, nunca antes habíamos experimentado una velocidad de movimiento igual. Es decir, estamos siendo testigos del mayor y más rápido cambio conocido.
Es evidente que la tecnología es la principal causante de todo lo que está ocurriendo, principalmente porque se ha metido en la cadena de valor de las compañías. Pero lo realmente trascedente es lo que está ocurriendo. Estamos ante una forma diferente de afrontar la relación con nuestros clientes, estamos ante un cambio cultural difícil de gestionar y estamos, por ende, ante una nueva forma de actuar por parte de los equipos directivos y, especialmente, del máximo ejecutivo de las compañías.
El mundo se está socializando, y por ello, las personas están hoy, más que nunca, en el centro, ya sean clientes, colaboradores, stakeholders… Liderar la transformación de una compañía exige un equipo directivo transformador y un presidente transformador, que les sitúa en un panorama marcado por:
- Una actitud abierta al cambio. Parece una obviedad, pero sin este componente será muy difícil llevar a cabo con éxito la transformación de la compañía. Según un estudio de KPMG, uno de cada tres primeros ejecutivos españoles asegura que su empresa se transformará en otra significativamente diferente a medio plazo. Es evidente que el primer paso empieza por estar dispuesto a afrontar ese cambio. Y para ello, estar dispuesto a aprender a aprender; entrenarse para ser ágiles; anticiparse; no focalizarse en ser experto sino cultivar varias destrezas; desarrollar competencias emocionales para ganar capacidad de adaptación.
- Acercarse al mundo digital. Ya hemos comentado antes que la tecnología es la gran causante de este cambio. Evidentemente, no podemos pedir a los máximos ejecutivos de una compañía ser expertos en digitalización, pero desde luego, será imposible abordar una transformación basada en la tecnología sin acercarse al mundo digital, sin colaborar con la tecnología y la inteligencia artificial; sin abrir la mente y la empresa a la inteligencia aumentada, sin conocer que está pasando en las redes sociales o sin preocuparse por entender cómo funcionan y qué dicen de su empresa y de sus competidores.
- Actuar por encima de planificar. Es tiempo de “doers”. Las estrategias a largo plazo han pasado a otro momento. Ahora es tiempo de estrategias a corto y de hacer, de actuar y corregir, pero nunca de esperar.
- Ser embajadores de la marca. Si alguien debe ser comunicador, cercano y trasparente, ese es el presidente de la compañía. Sin lugar a dudas, el mejor embajador de la marca para acercarse a sus diferentes públicos.
- Afrontar un nuevo liderazgo. Liderar de una forma totalmente distinta, sabiendo que se está ante una realidad diferente, con 4 generaciones que conviven en el mismo entorno de trabajo, y con una cultura, aspiraciones, forma de actuar y relacionarse totalmente diferentes. Un nuevo líder transformador e integrador. Y recordar que la formación es absolutamente clave. Es preciso un modelo de formación transversal para que trabajadores y directivos sepan extraer todo el jugo a estas tecnologías, además de requerir nanoprogramas formativos para hallar información e interpretar datos sobre cualquier tema y ámbito.
