El sueño de una noche de invierno
Ayer 12 de diciembre, los ciudadanos de Reino Unido eligieron al Partido Conservador para que forme nuevo gobierno. Los sondeos los señalaban como probables ganadores, aunque en las últimas dos semanas el Partido Laborista pareció remontar lo suficiente como para poner en entredicho la mayoría absoluta conservadora. El sistema electoral británico convierte cada elección en una batalla en cada una de las 650 circunscripciones, en las que se elige un único escaño. Finalmente, el sondeo a pie de urna, publicado una hora después de que cerrasen los colegios electorales, destrozaba cualquier esperanza laborista- los Conservadores terminarían obteniendo 364 escaños, cerca de 40 escaños por encima de la mayoría absoluta.
Una campaña con varios frentes
Lo que comenzó en principio como una campaña sobre el Brexit, terminó como un plebiscito en varios frentes. Por una parte, los británicos votaron sobre su modelo económico, el continuismo ofrecido por los Conservadores o el programa económico firmemente de izquierdas de Corbyn que pretendía revertir la liberalización que caracteriza a la economía del país. Por otra parte, se convirtió en un concurso de popularidad, o, mejor dicho, de impopularidad: ninguno de los candidatos obtenía una opinión favorable ante la opinión pública y el voto táctico se extendió por el electorado que optaba por el candidato que le provocaba menos rechazo.
Por último, más que el Brexit, los ciudadanos parecieron votar si dar un carpetazo al asunto, optando por salir cuanto antes de la Unión o si, por el contrario, se mantenían con un tema que ha monopolizado la política nacional durante los últimos 4 años. En este sentido, los Liberales Demócratas, con un mensaje centrado en exclusiva en revertir el Brexit, cosecharon un pobre resultado, perdiendo un escaño y a su líder, Jo Swinson, en el proceso, sugiriendo efectivamente que la batalla electoral se había desplazado a otros frentes.
El fin de Corbyn … ¿y del corbynismo?
Tras lograr el peor resultado desde 1935, el partido Laborista se encuentra en estado de shock. A primera hora de la noche, tras la publicación del sondeo a pie de urna, se alzaban las primeras voces críticas contra el actual líder, Jeremy Corbyn, quien ya ha anunciado que no se presentará a las siguientes elecciones. Se abre ahora una carrera para sucederle, en lo que será una lucha de familias entre los corbynistas, ahora instalados en los puestos de poder del aparato del partido, y el PLP, el grupo parlamentario Laborista, compuesto por los fieles al ideario tradicional del partido. Entre los nombres que suenan están Rebecca Long Bailey, de los corbynistas, Keir Starmer, del ala anti-Brexit y Jess Philips, del ala más centrista, aunque se da por hecho que el siguiente líder deberá ser una mujer.
Boris Johnson, el candidato del pueblo
Solo Margaret Thatcher, el gran icono del partido Conservador, obtuvo un mayor porcentaje de votos o de escaños que Boris Johnson en estas elecciones. Con 43.6% de los votos y 364 escaños, Johnson demuestra la misma popularidad que Thatcher o Tony Blair en sus primeros comicios, a pesar de las continuas polémicas en las que se ha visto envuelto. Está por ver si dicha popularidad es una expresión del mayor rechazo que provocaba Corbyn, del hartazgo del Brexit o de una verdadera apreciación a su persona.
La caída del Muro
Las elecciones han supuesto una reconfiguración del mapa político británico. Los laboristas solo superan a los conservadores en las grandes urbes metropolitanas, cuando tradicionalmente también eran fuertes en las ciudades de pequeño y mediano tamaño. Los conservadores por su parte han conseguido victorias en feudos históricos laboristas como el Valle de Bylthe o Bishop Auckland, antiguas zonas mineras e industriales. De esta manera, se quiebra el denominado “Muro Rojo”, que abarca la zona norte de Inglaterra y que siempre se había mantenido fiel al partido.
Irlanda del Norte y la nueva (vieja) política.
En Irlanda del Norte, los Unionistas, representados por el Partido Unionista Democrático (DUP) han perdido dos escaños mientras que Sinn Fein, el partido republicano irlandés, no ha conseguido capitalizar el descontento del Brexit, manteniéndose con el mismo número de diputados. Los dos grandes beneficiados han sido el Partido Socialdemócrata Laborista (SLDP), que representa al nacionalismo irlandés moderado, y el Partido de la Alianza de Irlanda del Norte, liberales centristas que rechazan la división entre protestantes y católicos. Ambos son partidos con una larga trayectoria en la región pero que en el último año han visto un incremento exponencial en sus votos, ante la situación de bloqueo propiciada por los dos principales partidos identitarios, DUP y Sinn Fein, en la Asamblea de Irlanda del Norte- órgano regional que permanece en funciones desde 2017.
Escocia: ¿adiós Reino Unido, hola Europa?
El Partido Nacionalista Escocés (SNP, por sus siglas inglés), vuelve a tomar Escocia, obteniendo 48 de los 59 escaños, incluyendo el de la hasta ahora líder de los Liberales Demócratas, Jo Swinson. Se quedan, aún así, lejos del resultado histórico de 2015, donde obtuvieron 56 escaños impulsados por el fracaso del referéndum de independencia de Escocia en 2014, que paródicamente insufló de nuevo al independentismo. Dicho referéndum, ha asegurado Nicola Sturgeon, vuelve a estar encima de la mesa y más ante la probable consumación del Brexit. Crece, por lo tanto, el riesgo de que el movimiento independista escocés culmine su obra magna y logre sacar a Escocia de la unión británica para permanecer en la Unión Europea.
¿Y el Brexit para cuándo?
La apabullante victoria de Boris Johnson parece certificar que Reino Unido saldrá de la Unión Europea a finales de enero, bajo el acuerdo de salida renegociado por Johnson. Aun así, dicho acuerdo es tan solo la punta del iceberg ya que queda por ver si se logrará negociar un acuerdo comercial en 11 meses, según los plazos originales, y cómo será la futura relación con la Unión Europea. Descartado -o casi descartado- el Brexit salvaje, Johnson ha suavizado en la última semana su discurso hacia la UE, sembrando la esperanza entre las filas moderadas conservadoras.