Joe Biden será el próximo presidente de los Estados Unidos. El pasado sábado, el candidato demócrata rebasó los 270 escaños necesarios para llegar a la Casa Blanca. Casi una semana después de las elecciones y con algunas incógnitas abiertas todavía, se analizan, a continuación, tres puntos clave para entender los resultados:
- Participación. Con más de 150 millones de votos éstas han sido las elecciones con mayor participación desde 1908. El 65,7% del electorado acudió a las urnas, lo que supone un incremento de más de cinco puntos con respecto a las presidenciales de 2016. En términos absolutos, 72 millones de votantes confiaron en la reelección de Trump como presidente, mientras que 77 millones de electores apostaron por Biden. Con estas cifras, el demócrata se ha convertido en el candidato presidencial más votado de la historia de los Estados Unidos.
- La dispersión del voto: A grandes rasgos, como ya pasó en 2016, Trump superó a su rival en las zonas rurales del país y Biden ganó en los núcleos urbanos. En el mapa siguiente (The Economist), escalado por densidad de población, se aprecia con claridad esta tendencia.
Aún queda por conocer cómo se ha distribuido el voto según la población (por sexo, raza y edad) y cómo se ha votado en los suburbios.
- La situación por estados: Como es sabido, la contienda presidencial se decide a nivel estatal en lugar de a nivel nacional. Por ello, es determinante identificar qué ha pasado en los llamados “estados bisagra”. De ellos, hay varios que han cambiado de color:
- Wisconsin, Michigan y Pensilvania. Son conocidos como el “muro azul” por su tendencia demócrata y forman parte del «cinturón de óxido». Durante décadas fueron el corazón de la industria del país, pero en los últimos años han sufrido las consecuencias socioeconómicas de la desindustrialización. Trump ganó en todos ellos en las anteriores elecciones, aunque lo hizo por la mínima: unos 80.000 votos en conjunto y menos del 1% en cada estado. Su discurso supo captar a los votantes desencantados con las acciones demócratas. Este año, Biden ha recuperado a los tres estados del Rust Belt, en parte, gracias al voto de grandes ciudades como Filadelfia, Pittsburgh o Detroit.
- Arizona, estado con una sociedad cada vez más diversa, está cercano a teñirse de azul y, por tanto, está cercano a cambiar de bando. Si lo hiciera, sería la primera vez desde 1996 que se decanta por los demócratas.
Entre los estados que han ratificado su tendencia de voto destacan Iowa y Florida, ambos feudos republicanos. El primero es un territorio mayoritariamente blanco y de economía agrícola. En el segundo, el “estado dorado”, Trump ha encontrado apoyo en el voto latino y en la población jubilada. Resulta curioso que desde 1992 ningún candidato había alcanzado la Casa Blanca sin vencer en Florida.
A día de hoy, aún hay dos estados clave que siguen en pleno recuento:
- En Georgia restan algo menos de 40.000 votos por contar y Biden lidera con una ventaja de 14.000 votos. Posiblemente, entre las causas de la delantera demócrata estén el rejuvenecimiento del censo y la alta proporción de blancos con estudios superiores.
- En Carolina del Norte la diferencia es favorable a Trump (77.000 votos) cuando quedan 100.000 papeletas por contabilizar. Esta situación puede explicarse por la tendencia republicana del voto blanco y rural, así como de la comunidad evangélica.
Biden ha conseguido la presidencia pero, a falta de conocer cómo se equilibrarán las fuerzas en el Senado y la Cámara de Representantes, parece claro que, durante los próximos cuatro años, tendrá que gobernar con un Congreso absolutamente dividido.