Los conocimientos de las personas, la satisfacción de los empleados, la lealtad de los clientes, el know-how de la empresa, etc. son activos que dan valor a una organización en el mercado y que, sin embargo, aún no destacan en los estados contables.
Y es que la nueva economía se apoya en la combinación intensiva de los intangibles, que representan los conocimientos y el uso de las tecnologías de la información, dando lugar a la «economía del conocimiento» y entendiendo por tal una mezcla de experiencia, valores, información y «saber hacer» que sirven de base para la incorporación de nuevas experiencias e información, ingredientes para la acción.
El factor humano tiene varias características que lo distinguen de los otros factores productivos, propios de modelos organizativos pasados, así como lo sitúan como el principal valor estratégico de una organización. Los recursos humanos no son propiedad de la organización, a diferencia de los otros recursos. Los conocimientos, la experiencia, las habilidades, etc., son parte del patrimonio de cada individuo y, como intangibles que son, se manifiestan solamente a través del comportamiento de las personas en las organizaciones, ese “querer hacer”. Los trabajadores prestan un servicio a su empresa a cambio de una remuneración económica, pero también, cada vez más, solicitan un intercambio más emocional. Las tareas rutinarias y repetitivas quedarán relegadas a la máquina y al factor humano se le exige crecientes dosis de responsabilidad, autonomía, polivalencia y capacidad de razonamiento. Además, las nuevas tecnologías permiten la innovación de los procesos y de los productos, exigiendo una respuesta rápida. Todo ello implica elevadas exigencias formativas por parte del trabajador y de la organización en la que se desarrolla.
La estructura de las empresas actualmente ha de estar preparada para un cambio continuo; la adaptabilidad y capacidad de aprendizaje de sus empleados son factores determinantes para asegurar el éxito y la competitividad de cualquier organización.
Por tanto, los factores que determinan la capacitación de una empresa son tres: el compromiso, los comportamientos y el desarrollo de la tecnología. Si se consigue que las personas aprendan, pero no convierten ese conocimiento en activo útil para la organización, no se puede hablar de aprendizaje organizacional.
Asimismo, uno de los rasgos que identifican la sociedad actual es la incertidumbre, por lo que la capacidad para gestionar este cambio o asumir nuevos modelos de liderazgo es determinante. El perfil del líder debe ajustarse a las necesidades de cada una de las etapas por las que atraviesa la empresa y, a veces, no son cualidades que puedan darse en la misma persona. Los períodos de liderazgo se acortan y los líderes han de estar preparados para cambiar bien su modelo de dirección o su entorno laboral. Es preciso incidir en varios aspectos para el éxito: coordinación de los diferentes componentes del equipo productivo para que todos adopten los mismos principios de gestión empresarial; tenacidad para solventar los problemas y dificultades que aparezcan, no solamente en el ámbito técnico sino, sobre todo, derivados de la complejidad de los comportamientos de los miembros del equipo; creatividad para aportar soluciones imaginativas tanto en el ámbito interno como el externo; aprendizaje continuo basándose en las necesidades del cliente y en la influencia del entorno y capacidad para sacar lo mejor de los subordinados. La idea de conseguir logros extraordinarios con personas ordinarias es una de las cualidades que más se valoran en el directivo, por lo que los factores clave son la motivación, la involucración y, más que nunca, la comunicación como elemento de transformación empresarial.