Hace tiempo que venimos hablando de una tercera revolución, o como otros denominan, una cuarta revolución industrial. Desde mi punto de vista, considero que estamos viviendo una cuarta revolución. La primera la identificamos con el impulso de la energía de vapor; la segunda, caracterizada por el descubrimiento de la electricidad; y la tercera, se generó con la aparición de Internet. Sin embargo, la cuarta revolución de la que hablamos va mucho más allá. Esta nueva revolución está impulsada por términos como el Big Data, la Robótica, el Internet de las cosas, la Tecnología Cognitiva y el Blockchain, que cambiarán radicalmente nuestra sociedad, ejerciendo un impacto disruptivo en nuestro entorno laboral y en nuestro futuro.
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Pero, ¿cómo afecta todo esto a las compañías? Esta nueva revolución exige nuevos modelos de negocio y, por ende, una nueva forma en la gestión de personas. Una revolución que exige a las empresas una transformación digital. Pero, ¿qué es una transformación digital? ¿supone una amenaza para las empresas? ¿o, por el contrario, va a suponer una ventaja competitiva?
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Esta transformación va mucho más allá, no se trata de gestionar un cambio o una evolución a gran velocidad, esta revolución supone una vuelta de tuerca dentro de la cultura de las compañías. No se trata simplemente de implantar nuevas tecnologías o estar presente en redes sociales, como muchos creen. Tampoco supone adquirir nuevas habilidades o capacidades. Esta transformación supone un cambio real, un cambio de cultura que genere nuevas formas de trabajar enfocadas a la creación e impulsadas por la innovación.
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En las anteriores revoluciones, el tiempo para adaptarse era mucho mayor, sin embargo, en esta ocasión las empresas no cuentan con margen de tiempo, ya que la transformación debe hacerse efectiva AHORA. Para ello, la comunicación interna se convierte, una vez más, en la aliada estratégica para impulsar esta transformación, necesitando además el impulso de la dirección y, por supuesto, del área de RRHH.
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Este nuevo enfoque que están viviendo las compañías cuenta con un principal problema: las diferentes velocidades existentes entre sus empleados. Esto conlleva conocer cuáles son sus necesidades ante las nuevas exigencias de la sociedad para poder llegar de una forma diferente a cada una de las generaciones. Por lo tanto, se hace necesario fomentar una nueva cultura, ofrecer una nueva experiencia al colaborador e implantar nuevas herramientas que favorezcan esta transformación.
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Ante esta situación, se me plantean algunas dudas, entre ellas, cómo será el escenario que nos encontraremos en las compañías en el 2030. Para esa fecha, según el estudio de Nomura Research Institute, el 50% de la plantilla serán robots. Y en este nuevo escenario, ¿qué retos se plantea la comunicación interna? ¿qué factores serán necesarios a la hora de generar una nueva cultura? ¿cómo podemos lidiar con el miedo o resistencia generados entre los colaboradores ante estos nuevos perfiles robotizados? ¿cómo nos planteamos el futuro?
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Son muchas las preguntas que se generan con esta nueva situación, ya que nos sitúa ante un nuevo escenario, en el cual la convivencia con máquinas será esencial. En este sentido, la Comunicación Interna tendrá que poner el foco en reforzar la relación humano-máquina y hacer una apuesta clara por el trabajo de más valor, apostando por el reconocimiento. Como todos bien sabemos, la tecnología nos hace la vida más fácil pero son las personas las que lo hacen posible.