«Es un problema de comunicación». Este diagnóstico tan vacío como inexacto, además de un recurrente chascarrillo de barra de bar, es el resumen de cualquier crisis reputacional.
El problema viene cuando se presenta como el resultado de un supuesto análisis por parte un profesional del sector de la comunicación. Nos extrañaría que un médico, ante el infarto de una persona, dijera que la culpa es del sistema sanitario. Lo normal es que se barajen otras hipótesis antes, la mayoría incluso en el ámbito de la responsabilidad individual del afectado: sobrepeso, hipertensión, tabaquismo, estrés…
¿Por qué no sucede lo mismo con la comunicación?
Todo es un problema de comunicación incluso cuando la realidad palmaria es que el origen del conflicto está en la gestión, el control o la ética. La comunicación puede y debe ayudarnos pero no es una varita mágica que hace desaparecer los problemas a golpe de declaraciones magistrales y efectistas. Para que esto sea así, para que pueda ayudarnos, antes de las declaraciones se tiene que realizar un buen trabajo de diagnóstico y preparación en comunicación, asumiendo impactos en la gestión.
Desde ATREVIA hemos desarrollado una metodología para ayudar a las empresas conscientes de esta realidad a poner en valor lo que hacen bien pero, además, a mejorar todo aquello que pueden hacer mejor.
Y es este segundo aspecto el que marca la diferencia: un buen diagnóstico de mis riesgos concretos y sectoriales, una sistematización de mis potenciales titulares ácidos o trabajar en una propuesta que me ayude a anticipar riesgos o formar a mis equipos son las claves para evitar crisis reputacionales. Aunque para ello, además de comunicar, tenga que cambiar la manera de hacer las cosas.
Cada vez son más las empresas que han entendido esta necesidad de reformular el papel de la Comunicación y la Reputación en sus organizaciones pero queda mucho trabajo por hacer. Mientras, seamos un poco más amables con nuestra profesión y miremos aguas arriba: casi nunca es solo un problema de comunicación.