Europa debe dar soluciones. La primera, y extremadamente urgente, la humanitaria para evitar que miles y miles de migrantes se agolpen en las fronteras y campos de refugiados sin solución de continuidad, o mueran por cientos mientras buscan una vida mejor lejos de la guerra, el terror o el hambre. La segunda es de cariz económico, y debería centrarse en sentar las bases políticas para acabar con la doble o triple velocidad que ha quebrado ya las pretendidas garantías de igualdad y solidaridad entre los estados miembros y ha abierto la puerta de la precariedad para un alto porcentaje de la población.
Sin desdeñar otras muchas carencias, que todos identificamos, existe un tercer factor que las instituciones europeas deberían valorar, más y mejor, como crucial para el progreso de los países, por su capacidad para impulsar la competitividad de los estados y, por ende, el bienestar de sus ciudadanos. Se trata, como se ha puesto de relieve en el 29 Encuentro de Telecomunicaciones y Economía Digital que organiza AMETIC en Santander, de la digitalización.
“La UE debe entender que no habrá progreso económico sin una revolución digital”, indicaba José Manuel de Riva, presidente de la patronal tecnológica, una afirmación compartida por los representantes de un sector que ve cómo el lento avance digital de nuestro continente está erosionando la posición de liderazgo antaño detentada por Europa frente a otras regiones del globo como EEUU. Según sus datos, la inversión en TIC de las empresas estadounidenses respecto a las de la Unión Europea, que ya era superior en un 20% en 2000, es ahora de casi un 50%, lo que coloca sus niveles de productividad muy por delante de los nuestros. De hecho, asegura, “sólo un 1,7% de las empresas europeas se ha transformado digitalmente de manera intensiva, mientras que un 41% ni tan siquiera ha iniciado el camino”.
En el ámbito concreto de las redes, la industria reclama a la UE una armonización del espectro radioeléctrico para que los operadores puedan desplegar sus infraestructuras móviles sin los problemas de coordinación que sufren ahora como consecuencia de los diferentes ritmos de implantación en cada país. Evitando de nuevo las distintas velocidades.
Parece que “el desafío no es tecnológico sino político” y su resolución debe pasar por el impulso de una industria TIC europea fuerte que fomente la transformación digital de los sectores productivos, del Sector Público y, en suma, de la sociedad. Solo de este modo se llegará al Mercado Único Digital que, algún directivo, califica ya de único mercado posible de cara a un futuro próximo, el cual deberá construirse sobre una legislación y regulación orientadas al crecimiento, que reduzca la burocracia y vele por el bienestar de los ciudadanos.
Todo lo que no cumpla con estos preceptos, alejará cada vez más a los ciudadanos europeos de un proyecto, quizá varado, que no les ofrece soluciones y que, en lugar de hacer realidad el viejo sueño europeo, está sirviendo para extender el desencanto entre la población.
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