75 años después, Europa se enfrenta a desafíos geopolíticos muy diferentes que también ponen a prueba su unidad. La erosión del multilateralismo y el auge de acuerdos bilaterales, la presión comercial de Estados Unidos, la competencia de China o la amenaza rusa exigen una respuesta coordinada. La cohesión de la UE es más relevante que nunca.
Sin embargo, la Unión Europea cuenta con una arquitectura institucional y unos tratados que exigen unanimidad o mayorías cualificadas para decisiones clave. Unas mayorías que son además cada vez más complejas ante el crecimiento de gobiernos y opciones euroescépticas en la Unión, como acabamos de ver en Rumanía. Esta rigidez impide respuestas rápidas y eficaces ante crisis globales. Reformar los tratados para permitir decisiones más ágiles es esencial para fortalecer la posición de la UE en el mundo.
Nos falta agilizar la respuesta, pero tenemos el diagnóstico y una hoja de ruta sobre la que existe cierto consenso.
Los informes de 2024 de Mario Draghi y Enrico Letta ofrecían ideas para revitalizar la competitividad europea. Draghi proponía una inversión anual de 800.000 millones de euros en sectores estratégicos como la innovación, la transición energética y la autonomía industrial. Letta abogaba por completar el mercado único y reducir la fragmentación normativa que obstaculiza el crecimiento. Ambos coinciden en que la UE debe actuar con urgencia para evitar el estancamiento económico y la pérdida de influencia global.
Se han dado los primeros pasos: la Brújula de la Competitividad, que comenzaba a traducir ideas en iniciativas concretas; el paquete ómnibus de simplificación, que busca aliviar la carga administrativa de las organizaciones; el Pacto por una Industria Limpia o el Plan para una Energía Asequible. Son medidas que buscan impulsar la industria europea y la autonomía estratégica del continente sin olvidar grandes debates de fondo: cómo financiamos la defensa europea sin duplicar esfuerzos con la OTAN, qué papel debe tener la energía nuclear en la transición ecológica, cómo reformar el pacto de estabilidad fiscal tras la pandemia, la gestión de la inmigración o el envejecimiento de la población.
Pero no solo los Estados ni la propia construcción europea se enfrentan a estos retos. Las compañías europeas también deben adaptarse y aprender a operar en este contexto de inestabilidad global. Esto exige escuchar más y mejor en Bruselas, tratar de anticiparse a los cambios regulatorios, insistir en un marco regulatorio que permita reforzar la capacidad de innovación y participar activamente en el diálogo con las instituciones europeas. Solo con la implicación conjunta de los sectores público y privado es posible construir una industria europea más competitiva y resiliente, capaz de defender sus intereses estratégicos y crecer.
Y nosotros, ¿vemos a la UE capaz de aumentar su influencia y competitividad global? Las últimas encuestas sobre la percepción de la UE entre los ciudadanos europeosnos dan algunas pistas. Según el último Eurobarómetro el 74% de los europeos cree que su país se beneficia de la pertenencia a la UE pero 9 de cada 10 afirman que los Estados deberían actuar más unidos frente a los retos globales.
En el caso de España, una encuesta reciente de 40dB revela que aunque el 56% de los españoles percibe a la UE como poco cohesionada y el 59% la considera poco eficaz ante los desafíos globales, la mayoría sigue confiando en sus capacidades. Además casi un 70% asocia a la Unión con valores positivos como la democracia y el bienestar social. Los europeos tenemos entonces, de forma mayoritaria, una percepción positiva de qué ha supuesto la UE para nuestros países pero somos menos optimistas respecto a lo preparados que estamos para afrontar el futuro.
Decía Jean Monnet, otro de los grandes arquitectos del club junto a Schuman, que Europa se forja en las crisis y será la suma de las soluciones que se adopten para salir de ellas. Este periodo de inestabilidad puede funcionar como catalizador de integración y progreso. Es momento de que la UE abrace esta filosofía, reformando sus estructuras y actuando con decisión para garantizar un futuro próspero, competitivo y seguro.