La Inteligencia Artificial (IA) se ha convertido en parte de nuestro día a día, integrándose en acciones tan cotidianas que ni siquiera reparamos en ellas. Nos hemos acostumbrado a desbloquear nuestro móvil usando el reconocimiento facial, a que un algoritmo aprenda de nuestros gustos y nos recomiende series o a utilizar asistentes de voz para hacer más cómodas nuestras casas. Avanzamos hacia una sociedad digitalizada, en la que el impulso político y regulatorio europeo jugará un papel clave para hacer de la IA un auténtico motor económico que mejorará la vida de millones de ciudadanos.
Aunque el 2020 será recordado por la respuesta sin precedentes de las instituciones europeas a la crisis del COVID-19, que ha supuesto la creación de un Plan de recuperación para Europa dotado de 750.000 millones de euros, las iniciativas en innovación digital están teniendo un claro protagonismo en este periodo legislativo. En esta línea, el pasado mes de febrero la Comisión Europea (CE) dio a conocer su Estrategia de Transformación Digital para los próximos años, dirigida a conseguir una posición equiparable a la de los EEUU y China, así como a hacer que los europeos “puedan confiar en la inteligencia artificial”, en palabras de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen.
Este ambicioso programa, que buscará la movilización de más 20.000 millones de euros anuales durante la próxima década, se ha marcado como objetivo conseguir el liderazgo mundial en ámbito de la IA y el tratamiento masivo de datos (big data), sin olvidar las implicaciones éticas y la protección jurídica necesaria para este salto tecnológico. La columna vertebral de esta iniciativa la forman la Estrategia Digital Europea y el Libro Blanco de Inteligencia Artificial, dos documentos que abordan cuestiones de un importante calado, como la creación de un Mercado Único de Datos para todos los estados miembros, lo que permitirá regular el libre acceso a información para investigadores, administraciones públicas y empresas, de todo tipo a la par que refuerza la protección y privacidad de los datos para los usuarios.
Junto a este hito, la hoja de ruta europea también recoge retos que tendrán un notable impacto en las entidades públicas y compañías, como el impulso de la ciberseguridad, el estímulo de proyectos que hagan accesible la digitalización al conjunto de los ciudadanos, la inversión en infraestructura para el almacenamiento seguro de datos, o la creación de un marco normativo actualizado para el software de reconocimiento facial. En este último ámbito, los organismos europeos han tomado la iniciativa para asegurar que este tipo de tecnología solo se use con previo consentimiento, evitando cualquier invasión en la privacidad de los ciudadanos.
La Europa de la Inteligencia Artificial, una oportunidad todas las empresas
La puesta en marcha de la estrategia digital europea supone una ventana de oportunidad para las empresas más innovadoras, con independencia tanto del sector en el que operen como de su tamaño. De hecho, la Estrategia Digital Europea aborda de forma explícita los posibles desequilibrios de mercado que podría provocar un desigual acceso a nubes de datos, subrayando la necesidad de que las PYMES cuenten con iguales oportunidades de acceso a estos sistemas. Así pues, con la UE decidida a ser el máximo referente en aplicaciones de Inteligencia Artificial y big data, las compañías contarán con más posibilidades de inversión y apoyo institucional para realizar una transformación que tendrá impacto en la práctica totalidad de la industria.
En este sentido, el Parlamento Europeo no ha perdido tiempo y en la sesión plenaria del pasado mes de junio ha aprobado la constitución de la Comisión parlamentaria especial sobre Inteligencia Artificial en la Era Digital. Una de las principales competencias de este organismo será examinar el papel de la IA en ámbitos como la educación, la salud, el transporte, el turismo, la agricultura, el medio ambiente, las finanzas la energía o la administración electrónica.
Europa ya ha dado el primer paso hacia una completa asimilación de la Inteligencia Artificial, asumiendo un reto político, económico y legislativo de gran relevancia. Un reto que no solo abrirá nuevas puertas para la investigación y la iniciativa privada, sino que ampliará los derechos de los ciudadanos europeos en una sociedad que será más digital para ser más humana.