En 2021, la Comisión Europea estableció como prioridad la autonomía estratégica abierta, la cual implica cooperar multilateralmente y actuar de manera autónoma siempre que sea necesario y posible. A pesar de que la autonomía estratégica no es un concepto nuevo, la pandemia del COVID-19 y la guerra en Ucrania han destacado su importancia al revelar las vulnerabilidades de Europa y su considerable dependencia de terceros países.
Con el objetivo de fortalecer la resistencia económica y la autonomía estratégica de Europa, la Unión Europea (UE) ha propuesto tres normativas clave en el marco del Plan Industrial del Pacto Verde. Estas iniciativas incluyen la Ley de Materias Primas Críticas, la Ley de Industria Neta Cero y la reforma del diseño del mercado eléctrico de la UE. Al respaldar los objetivos climáticos y digitales de la UE, estas normativas también pueden mitigar los riesgos asociados con las dependencias estratégicas en las cadenas de suministro. Por consiguiente, a través de su transición ecológica, y más específicamente mediante el Plan Industrial del Pacto Verde, la UE puede aprovechar estratégicamente sectores críticos para transformar su posición global en el siglo XXI.
Volviendo unos años atrás, el Pacto Verde Europeo establecía ya un objetivo ambicioso: convertir a Europa en el primer continente neutro desde el punto de vista climático para el año 2050. Esto implica alcanzar cero emisiones netas de gases de efecto invernadero y desvincular el crecimiento económico del uso de recursos. Sin embargo, la descarbonización también adquiere una dimensión geopolítica de gran relevancia para Europa debido a su condición de importadora neta de energía, lo que inevitablemente la expone a vulnerabilidades. De hecho, esta dependencia crea una situación de «no autonomía» que limita considerablemente la capacidad de la Unión para tomar decisiones políticas de manera autónoma y representa una amenaza para su seguridad.
Desde 2022, con la invasión rusa de Ucrania, hemos visto como la diversificación del abastecimiento energético es crucial para preservar la autonomía política y la seguridad de Europa frente a ciertas potencias. En este contexto, la transición ecológica europea y, más específicamente, el Plan Industrial del Pacto Verde de la UE, desempeñan un papel fundamental. Es ente contexto cuando ya en marzo de este mismo año, la Comisión Europea presentó tres propuestas clave para promover la competitividad industrial.
Como parte del Plan Industrial del Pacto Verde, la Comisión Europea introdujo la Ley Industrial Neta Cero como primera medida, con el objetivo de fomentar la fabricación de tecnologías limpias en la UE y lograr la neutralidad de emisiones de carbono para el año 2050. Esta ley busca impulsar el desarrollo de tecnologías como turbinas eólicas, bombas de calor, paneles solares, hidrógeno renovable y sistemas de almacenamiento de CO2. En segundo lugar, la Comisión propuso la Ley de Materias Primas Críticas, las cuales desempeñan un papel fundamental en la economía de la UE, especialmente en sectores como las energías renovables, la tecnología digital, la exploración espacial y la defensa. El objetivo de esta ley es establecer una cadena de valor sostenible y resiliente para estas materias primas en la UE. En tercer lugar, y con un enfoque más explícito en la diversificación del suministro energético, la Comisión presentó una propuesta para reformar el diseño del mercado eléctrico de la UE. El objetivo de esta propuesta es facilitar la adopción rápida de fuentes de energía renovable y la reducción gradual del uso de gas, buscando además que los consumidores se beneficien de menores costes.
En pocas palabras, la Ley de Industria Neta Cero, la Ley de Materias Primas Críticas y la reforma del diseño del mercado eléctrico tienen como objetivo mejorar el abastecimiento energético de la UE, reducir su dependencia de terceros países y garantizar su independencia en un entorno global cada vez más inestable. Del resultado final de estos dosieres legislativos y la correcta consecución de una verdadera autonomía estratégica dependerá, en gran medida, que la Unión Europea se convierta, como decía recientemente el presidente francés Emmanuel Macron, en el tercer polo o superpotencia en los asuntos económicos y geopolíticos internacionales junto a Estados Unidos y China.
Artículo de Eva González, consultora de AAPP de ATREVIA BRUSELAS