
Por primera vez en la historia de Turquía habrá una segunda vuelta electoral para el cargo de presidente este domingo 28 de mayo. En la primera vuelta, ni el actual mandatario, , Recep Tayyip Erdogan, (del islamista AKP) -que recibió el 49,5%-, ni su principal rival, Kemal Kiliçdaroglu, -que alcanzó el 44,9%-(del partido CHP) lograron la mayoría absoluta. El tercer lugar lo ocupó el partido nacionalista Alianza Ancestral, cuyo líder, Sinan Oğan, -que obtuvo el 5,2% de los votos-, tiene ahora un papel importante en la decisión del próximo presidente. El resultado de este domingo será de gran importancia tanto para Turquía como para el conjunto de socios del país.
¿Por qué son tan importantes estas elecciones?
El pasado 14 de mayo, Turquía vivió las elecciones más trascendentales de la historia en un contexto complejo después del peor desastre en un siglo:- un terremoto que dejó más de 50.000 víctimas mortales. A esto se le suma una inflación que supera el 43%, la depreciación de la lira turca, los malos datos de empleo, la vieja herida kurda, la grave crisis que atraviesa el país en términos de derechos humanos y libertades, los 20 años de fuerte liderazgo por parte de Erdogan, y los problemas aún no resueltos derivados de las tensiones con Occidente. Todo esto he hecho que estas elecciones del próximo domingo sean cruciales, ya que van a decidir quién gobernará el país, hacia donde se dirige su economía y la forma de su política exterior.
Que Turquía es un importante país en cuanto a su economía y su posición estratégica es un hecho. El resultado electoral en la segunda vuelta podría tener consecuencias globales. El país es, en términos de producto interior bruto, el 19º más grande del mundo; es miembro de la OCDE y de la OTAN; pertenece al Grupo de los Veinte más influyentes; y es un importante receptor de inmigrantes. Además, en la cuestión Rusia-Ucrania, Turquía juega un papel ambivalente, ya que Ankara y Moscú son aliados estratégicos en la región del Cáucaso desde hace más de una década y ambos regímenes se han apoyado mutuamente manteniendo una política antieuropeísta. Por último, y en el plano geopolítico, Turquía ocupa un lugar importante en cuanto a las relaciones UE, EEUU, OTAN y Rusia.
Pero ¿quién es quién?
Para entender la verdadera realidad de la sociedad turca es necesario remontarse al origen de la fundación de la República hace ya un siglo, bajo el liderazgo de Mustafa Kemal Atatürk, quien introdujo un proceso de transformaciones para modernizar el país.
El legado que dejó el padre “de la Turquía moderna” sobrevive actualmente a pesar de que el vigente presidente, Recep Tayyip Erdogan, ha pretendido romper con el pasado y evitar que se le compare. En la actualidad, el Partido Republicano del Pueblo (CHP), con su líder y principal opositor, Kemal Kiliçdaroglu, persiste en su intento de retomar los valores que Mustafa Kemal instauró en el país. El CHP promueve los principios socialdemócratas de la democracia, los derechos humanos, la libertad, la igualdad y los derechos de los trabajadores, con un acento especial en las políticas sociales y muy lejos de lo que el partido que lidera Erdogan defiende.
Para entender el mapa electoral de Turquía es necesario hacer un breve repaso de la trayectoria política de los dos principales líderes.
En el caso de Erdogan, sus inicios en la política se remontan a su etapa como alcalde en Estambul con el islamista Partido del Bienestar (Refah Partisi) durante los años 1994-1998. Gracias a esta etapa como primer edil, Erdogan se labró una reconocida reputación en Turquía que le impulsó a crear su propio partido, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), que actualmente preside, y a presentarse como candidato para primer ministro, puesto que ocuparía hasta el 2014 durante once años y que le llevaría a la presidencia de Turquía.
Atrapado en la sombra de Tayyip Erdogan, el líder del Partido Republicano del Pueblo (CHP), Kemal Kiliçdaroglu, hizo carrera en el funcionariado público, trabajó en el Ministerio de Finanzas, y posteriormente presidió durante la mayor parte de la década de 1990 la Institución de Seguridad Social de Turquía. En el 2002 se convirtió en diputado y, desde entonces, ha sido activista anticorrupción del CHP. Perdió la alcaldía de Estambul y en 2010 fue elegido sin oposición como líder del partido CHP. Su llegada alimentó las esperanzas del partido de un nuevo comienzo, pero lo cierto es que el apoyo al CHP desde entonces no ha superado el 25%.
Erdogan vs Kilicdaroglu, ¿quién ganó dónde?
Como muestran las elecciones del pasado domingo, ni en Estambul ni en Ankara, las dos ciudades más relevantes del país, el presidente Erdogan está por delante. En ambas ciudades su opositor, Kilicdaroglu, logró ganar, pero con una ventaja muy justa. Lo mismo ha ocurrido en las provincias kurdas del sureste donde el CHP ha sido tradicionalmente fuerte. ¿La fórmula del éxito? Unir ambientes muy diferentes como parte de la estrategia y así frustrar la lógica de Erdogan de que los conservadores y religiosos solo pueden tenerle a él como presidente. Para llegar a esa victoria en diversas regiones del país, el socialdemócrata Kilicdaroglu probó suerte con un gran acuerdo: el partido nacionalista IYI (Partido Bueno).
Por su parte, Erdogan le debe parte de su éxito a sus votantes clásicos dentro del país y a los turcos residentes en Alemania, donde ha logrado un resultado mucho mejor que en la propia Turquía, y aunque ha perdido su mayoría en las metrópolis, no ha ocurrido lo mismo en el medio rural, por lo que se traduce en que ni el terremoto del pasado febrero ni la mala gestión de la crisis que le siguió, así como los problemas que han acontecido a lo largo de los últimos años en el país, parecen haber hecho cambiar la convención del votante por el hombre que ya conocen.
La realidad es que “el Sultán turco” (Erdogan) ha sabido ser paciente y astuto en su trayectoria como político. Convencido de su poder e influencia, no descansa hasta conseguir sus ideales. Por primera vez en veinte años, está en condiciones de perder su puesto presidencial, además de su mayoría del AKP-Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) en el Parlamento. O ambos. Por eso ha sabido jugar bien sus bazas desde su posición de control y ha tomado medidas de precaución para asegurarse su puesto al frente del país: ha hecho uso de una caja de herramientas electorales a medida con acciones judiciales contra el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), cuyo líder pro-kurdo está en la cárcel; ha llevado una fuerte represión contra todo aquel que hablara mal de él en los medios de comunicación -a través de la «ley de noticias falsas”; ha subido un 45% el salario de todos los funcionarios públicos; y ha ejercido un fuerte control sobre los medios de comunicación estatales.
¿Y ahora qué?
Tras una campaña electoral agitada, unos resultados electorales ajustados entre los principales líderes, denuncias de fraude electoral en primera vuelta y la supuesta injerencia de Rusia en las elecciones turcas, lo cierto es que los expertos hablan ya de una victoria nacionalista después de que el líder ultraderechista, Sinan Oğan, reconociera este lunes que apoya a Erdogan en la segunda vuelta. Esto se traduciría en que el actual presidente renovaría su poder por cinco años más, superando así los años que el fundador de la Turquía moderna, Mustafa Kemal Atatürk, lideró el país.
El futuro es complejo para quien gane en la segunda vuelta. Con la economía como principal problema, la victoria de Kilicdaroglu probablemente acercaría al país a Europa, pero, por otro lado, las relaciones con Rusia no parece que cambiarían notablemente. Además, en caso de su triunfo, su margen de maniobra sería limitado y difícilmente podría cumplir ciertas promesas electorales debido al vigente sistema presidencialista que instauró su principal rival en el poder. Con la reelección de Erdogan no cabría esperar grandes cambios más que una ruptura que desplazaría a Turquía hacia el este, así como una mayor islamización del país.
¿Hacia dónde se dirige Turquía?
No es fácil estimar el futuro de una nación de más de 85 millones de habitantes y un próximo presidente en el aire. Es evidente que la realidad es compleja en lo que a situación económico-social se refiere y los retos a los que se enfrenta el futuro líder.
Lo cierto es que un país que hace unos años prometía ser ejemplo en la región por sus avances y miras a Occidente está demostrando ser una promesa fallida. Turquía, que se define como un país democrático y secular, parece estar tomando unos caminos que se alejan de ese objetivo y muestra de ello, y en palabras del que probablemente sea de nuevo el presidente del país, Recep Tayyip Erdogan, “la democracia es solo un tren al que subimos hasta que llegamos a nuestro destino”.
Contenido elaborado por Isabel Matellán.