A veces, ¿no te han sorprendido empresas actuando con sus empleados de forma contraria a lo que impone la prudencia o el sentido común? ¿No te han indignado los comportamientos de algunos mandos que contraviniendo cualquier manual del líder imponen un liderazgo tiránico y despótico con sus equipos? Y, ¿no te ha parecido increíble que probadas estrategias de comunicación interna sean cuestionadas e ignoradas por grandes, pequeñas y mediopensionistas compañías? Bueno, pues más o menos de esta reflexión de tumbona en la piscina va este post. Veamos. Leamos…
El premio nobel de economía de 1976 Milton Friedman, recuperó y manipuló esta famosa fábula africana para defender su teoría neoliberal de apoyo del libre mercado: “Cada día en África, una gacela se despierta. Sabe que debe correr más rápido que el león más veloz, o será devorada. Cada mañana en África, un león se despierta. Sabe que debe correr más rápido que la gacela más lenta, o morirá de hambre. No importa si eres un león o una gacela. Cuando el sol se eleva en África, es mejor que empieces a correr”. Más allá de sus ideas con las que puedo o no estar de acuerdo, con lo que no coincido en absoluto es que en el mundo laboral se divide en dos; leones y gacelas. Es decir, dominantes y dominados. Entiendo ese sentido trágico de la vida del que los neo y ultras hacen constante gala, pero creo que ni el mundo laboral es una sabana, ni esto va de cazar o ser cazados.
Y es que esa idea tradicional de los de arriba y los de abajo que tan bien ha ido a determinados sectores sociales, sigue estando presente en muchas sociedades, mentalidades y compañías. A veces yo no soy consciente de ello porque la práctica totalidad de compañías con las que trabajo se toman en serio lo de la comunicación interna.
Yo que en esto de trabajar soy más viejo que la tos, he vivido con toda su gama de matices ese ordeno y mando incuestionable que han caracterizado las relaciones laborales durante milenios. Realmente en aquellos tiempos no había que invertir mucho en engagement pues como con la pareja o la nevera, encontrar trabajo era algo que se hacía una vez en la vida, y era para toda la vida. La única misión de los mandos, que se llamaban jefes o superiores, era mandar, y se pasaba de gacela a león por puro crecimiento vegetativo. Como buenos leones no les importaba lo que pensáramos de ellos las gacelas a su cargo a las que devoraban sin piedad al menor descuido.
Es posible que en aquellos tiempos de Rodriguez y Putierrez se impusiera la ley de la selva, pero la teoría de Darwin sobre la selección natural de las especies cobra hoy especial relevancia al demostrar que no es la más fuerte ni siquiera la más inteligente la especie superviviente, sino la que mejor se adapta a los cambios. Así que da igual si eres gacela, león, hipopótamo o chimpancé, toca correr, y de ti depende si quieres hacerlo delante, o detrás. Porque lo de en lo bueno y en lo malo y hasta que la muerte nos separe, se acabó hace mucho. Aunque no cabe duda que las empresas siguen y deben seguir siendo custumer centric, esta filosofía de servicio al cliente externo hay que trasladarlo al cliente interno mediante estrategias sólidas de employee centric.
Hace unos cuantos posts decíamos que ni los edificios son inteligentes, ni los recursos son humanos. Desde la revolución industrial, o seguramente desde antes, las personas no dejaban de ser un recurso más como las máquinas, las instalaciones o las materias primas. Los trabajadores eran piezas de un engranaje que podían ser sustituidas con facilidad si fallaban o no cumplían con el cometido asignado. La deshumanización laboral se camuflaba con campamentos de verano, mutuas de salud y regalos de reyes para los hijos de los asalariados. A lo largo de las sucesivas revoluciones industriales esta idea se ha ido perpetuando de forma más o menos estable, pero desde hace unas décadas, está siendo seriamente cuestionada. La guerra ahora es por el talento útil y este, elige la compañía con la que se une, y el tiempo que lo hace.
Por eso quiero utilizar este último bloque del post para hablar de la empatía, ese término que todo y nada tiene que ver con la simpatía, y que muchos entienden pero no tienden. Ser empático es la clave de cualquier acción de comunicación interna. Hace unos podcast blablableando con Angélica, decíamos que escuchar es una habilidad que precisa de atención, inteligencia, capacidad de análisis y por supuesto, respuesta. Lo curioso es que muchas empresas dicen que escuchan, pero solo oyen. Tener orejas no es garantía de escuchar igual que por tener manos no es prueba suficiente de que eres guitarrista. En las empresas se oye mucho, se escucha poco y se responde menos. Y tan importante como escuchar es que las personas se sientan escuchadas. Escuchando fomentas el respeto, facilitas la comunicación, te antecedes a los problemas, ayudas a resolver controversias, refuerzas el compromiso de las personas con la organización, y como elevas el engagement, evitas que el talento útil se vaya…
El problema es ese, que arrastramos un concepto decimonónico de los de arriba y los de abajo, de los ganadores y los perdedores, de los cazadores y los cazados. Recuerdo un victimizado “Self Made Man” de la escuela del ordeno y mando que me decía que el verdadero depredador eran sus empleados, que cazaban la empresa que más les interesaba y cuando le habían sacado hasta la médula, se iban a por otra pieza.
Y es que creo sinceramente que ha pasado el momento de decir lo importante que son las personas para las organizaciones y de verdad, hacer que lo sean. De pensar que se está escuchando a todos y a cada uno y de solo oírse a si mismos. De dejar de hablar y empezar a hacer. De olvidar el mandos y mandados, el explotados y explotadores, el dirigentes y dirigidos, el cazados y cazadores. Porque en esta selva todos podemos ser leones o gacelas. Y si hablamos de talento, de captarlo, de retenerlo, tú verás si quieres ser perseguido, o perseguidor. Sin más, como dice Mota, ahí lo dejo…