Sorprender y encandilar a los clientes y usuarios es la piedra filosofal de toda marca con vocación de permanencia. Es el famoso efecto wow, cuya expresión más gráfica sería la de “dejar con la boca abierta”, y que en resumidas cuentas significa vivir una experiencia única y memorable. Sin embargo, conseguir ese efecto de extasiada sorpresa es cada vez más difícil de lograr, y las marcas se han lanzado a competir de forma desesperada por mantener una relación fiel con sus clientes actuales y captar la atención de los indiferentes.
Interacción, vínculo y conversación son tres reglas de oro para generar contenidos que nos distingan de la competencia, sobre todo hoy en día, con la eclosión de los canales digitales, que se han erigido en verdaderas plataformas que generan contenido junto al usuario. Las redes sociales y las webs corporativas son instrumentos dinámicos que no sólo ofrecen información, sino que la retroalimentan, invitando a los usuarios a un contacto más personal. Seguro que ayer mismo, Facebook te enseñó uno de sus recuerdos, animándote a interactuar con un amigo.
En este panorama, las marcas deben generar contenidos de calidad que lleguen al corazón de las personas, que propicien nuevas sinergias colaborativas que impacten en el producto y la experiencia y que permitan finalmente, establecer relaciones estables a largo plazo.
En toda esta batalla y sobreinformación entran en juego nuevas variables en el modelo de comunicación, como el tiempo diario que una persona dedica a consumir los mensajes, la saturación de la información donde destacará el más apto, el que se gane el corazón de la audiencia.
¿Hay que “pagar” de forma indirecta a los usuarios para que nos elijan frente a la competencia? Sí. Pero no con dinero, sino con calidad de los contenidos, proporcionándoles una relación excelente entre la marca y sus públicos, ofreciendo unos productos innovadores que realmente aporten valor al cliente.
Las buenas ideas, ejecutadas de forma original, implicando al usuario y contextualizadas a su momento de consumo, son la clave para convertir a un consumidor en un prescriptor de la marca. Esa es, precisamente, otra ventaja del efecto wow: producir un efecto multiplicador, de forma que los clientes y usuarios sean tan fanáticos de la marca que los valores o productos de ésta se cuelen en su círculo más íntimo, entre sus amigos y familiares. Este tipo de impacto publicitario es impagable, y sin invertir grandes sumas de dinero.
Empresas, marcas y profesionales trabajamos en un entorno en el que el contenido es un elemento de consumo rápido, cada vez más efímero, hasta el punto de llegar a desaparecer de las nuevas plataformas digitales, como snapchat. Por tanto, hoy más que nunca, los contenidos de calidad y relevantes, sellados con el vínculo emocional y el compromiso con nuestros públicos, es el mejor elemento de cohesión para favorecer el engagement.