Está de moda hablar de Transformación Digital (TD). Si hacemos una búsqueda en Google España, arroja más de 9 millones de resultados; si buscamos «conciliación laboral», obtenemos solo 8,4 millones, y si hablamos de “conciliación laboral y familiar”, el resultado desciende hasta apenas 368.000 entradas (junio de 2016). Esto nos conduce a una reflexión libre y criticable: la velocidad de los negocios en teoría es superior a la velocidad de las mejoras en conciliación laboral y familiar. Una conclusión que parece no tener mucho mérito, pero que en absoluto es baladí.
Últimamente existe además el debate de si la Transformación Digital puede provocar la pérdida de puestos de trabajo. Esta reflexión sí que es fácil. Si sustituimos por tecnología a intermediarios –la famosa desintermediación de la TD- y a personal que realizaba ciertas actividades analógicas, la deducción es que destruiremos empleos. Esto es posible, SÍ.
Pero todo depende del prisma desde el que miremos: si la tecnología destruye empleos y, en consecuencia, ahorra costes, ese virtual ahorro se podría reinvertir en generar nuevo negocio, nuevos servicios, nuevos productos y nuevas necesidades de la empresa. Es decir, todo ese potencial ahorro puede derivarse hacia I+D+I+NT (Nuevas Tecnologías).
Si realmente iniciamos una Transformación Digital (TD) con miras, no al ahorro y sí a una reinversión para un desarrollo de empresa familiarmente responsable (en estos tiempos, si una empresa dice que cuida a la familia, a mi entender es socialmente responsable) y sostenible, creo que a medio plazo seremos capaces de superar a nuestra competencia (que simplemente usó ese esfuerzo en TD para ahorrar costes).
Aquellas empresas que han invertido en tecnología y han innovado son las que están amenazando a los negocios tradicionales (no hablo de artesanos, sino de negocios que arrancaron en el siglo XX y continúan con estructuras del siglo pasado), que no se han dado cuenta de que no han cambiado tanto las personas como sus necesidades y la velocidad con la que demandan productos y servicios. Hablo de los archimanidos casos de Wallapop, Netflix, Youtube, AirBNB, Uber, etc.
Aquellos que en breve significarán el 50% de la fuerza laboral, los Millennials, no quieren tener casas ni coches en propiedad, tienen claro que no durarán mucho tiempo en el mismo trabajo y que ser multitask & multijob será habitual. Y, sobre todo, tienen claro que si una marca o empresa no es sostenible –o no concilia o simplemente les miente–, dejan de comprar y además se encargan de que todos sus círculos –íntimos o no- se enteren. Si esto es así con los Millennials, ¿qué les espera a las empresas no adaptadas, cuando lleguen a este punto los miembros de la Generación Z?
Os invito a reflexionar. ¿En la era de la comunicación en tiempo real, del acceso democrático a los medios (social media) y de la movilidad (right here, right now) no es rentable invertir en el bienestar de nuestro talento real (personas que manejarán la tecnología) y que estén lo mejor posible las 24 horas del día? Además, si seguimos procesos de innovación continua, cambio constante y sostenibilidad, contribuiremos a una sociedad mejor y a un mejor planeta.
¿Quién da más?